Parte 1
La Cúspide y sus agujas, es el paraíso con el que todos los necromundanos sueñan. Todas las colmenas tienen una, pero ninguna honra tanto el adjetivo de la palabra belleza como lo hace la colmena Primus.
Desde allí arriba, los rayos solares bañan los exuberantes jardines privados de las casas nobles. Preciosos pájaros importados de mundos salvajes, revolotean y cantan por sus alrededores. Cascadas artificiales con agua extraída de los cometas, desembocan en lagos cristalinos llenos de peces.
El aire en las agujas está eficientemente reciclado, y el paisaje urbano es una maravilla arquitectónica. La arquitectura es estilo gótico, al igual que muchos de los planetas imperiales más relevantes. El arte de esta área privilegiada, se refleja en los inmensos palacios, y en sus anchas calles ornamentadas con los símbolos del imperio.
Las impresionantes estatuas, de los guerreros Astartes y del emperador terrano, ocupan las plazas más concurridas. También hay numerosas esculturas de acero con el águila bicéfala, la insignia distintiva del imperio. Los techos abovedados de los numerosos panteones, muestran grabados del gobernador Lord Helmawr y de toda su larga estirpe. Y las fuentes de su interior, derraman más agua en un solo día, que la que beberá cualquier necromundano en toda su deprimente vida.
A través de las amplias y lujosas cristaleras de plata y oro, se puede observar el mar de nubes tóxicas que ahoga un mundo esclavo y decadente, pero altamente productivo. Un mundo de trabajadores muertos en vida, sobre el que se erige la cúspide y sus agujas. Dieciséis kilómetros hacia el infierno, la clase obrera da las gracias todos los días a Gerontius Helmawr por su ración de comida sintética.
No se puede apreciar y desear algo que no se conoce. Si así fuese, los billones de trabajadores con los que se sustentan las colmenas se vendrían abajo. Morirían por la pesadumbre de no poder aceptar lo que se les ha negado. Mejor que su imaginación no les distraiga demasiado, y puedan estar atentos a la cadena de producción. Así debe seguir siendo, y las familias nobles lo saben. Las ruedas del engranaje tienen que seguir funcionando.
El conde Takara, un noble de la casa Ulanti, observa desde un ventanal polarizado de su palacio, el mar de nubes amarillas que abraza a la colmena Primus. Mientras cavila sobre su último viaje al mundo paraiso de Sendennis, su mano enjoyada agarra una manzana de un cuenco atiborrado de frutas tropicales.
“Ya estoy otra vez aquí. Encerrado en esta jaula de oro. Cada vez se me hace más difícil regresar a este maldito planeta” Sus pensamientos acerca de su estancia en Última Segmentum son interrumpidos.
—Señor Takara…, su visita espera, ¿Le hago pasar? —. El criado vestido con una túnica verde esmeralda, agacha la cabeza a la espera de la respuesta. Es bien sabido, que es de mala educación mirar con ojos de vasallo a los nobles de la casa Ulanti.
—Lucius, no recuerdo bien a nuestro invitado, refréscame la memoria…
—Tiene una cita con Maex, el comerciante independiente. Este encuentro se programó antes de que partiera hacia Sendennis, aprovechando los días del desfile. Si no le apetece recibirlo, podemos aplazar la reunión.
—Ah… Sí, déjalo pasar. Lucius, puedes retirarte y cierra la puerta cuando te vayas.
Los comerciantes independientes son sirvientes autónomos, que trabajan para el imperio. Suelen viajar por el segmentum solar con una nave de exploración tripulada. Solo ellos poseen la garantía de comercio interestelar, un documento firmado por el administratum, que les permite explorar otros planetas de interés para el imperio. Además, tienen la autorización para parlamentar y comerciar con algunas razas de Xenos inteligentes. Algo inaudito, y considerado herejía para el resto de los humanos.
El mayordomo Lucius, posa sus huellas dactilares en un panel azul de cristal. Con un zumbido, se abre la gran puerta de uno de los despachos del conde Takara, y deja pasar al invitado.
Maex es un comerciante independiente con algunos negocios turbios, y muchos contactos con la nobleza de Necromunda. Takara lo sabe gracias a su cuñado. Él le ha informado, que los servicios de Maex son muy apreciados por las casas nobles. La familia Ran Lo, los Catallus, la familia Greim, incluso Lord Helmawr, le han encargado algunos trabajos. Por lo tanto, este comerciante es la persona más indicada para un asunto tan delicado.
La puerta se abre, y Maex hace su entrada junto con dos servidores que transportan una pesada caja metálica. Lo primero que le llama la atención a Takara, es la apariencia de los servidores que le acompañan. Para nada se parecen a sucios ex convictos, con el cerebro lobotomizado y bocas babeantes. A diferencia de los servidores que utiliza el imperio, estos son muy bellos y atléticos, y con un sexo no definido. Tienen prótesis biónicas bañadas en oro, que relucen por el concienzudo pulimento del metal. “¿De dónde demonios los ha sacado?” piensa Takara. “Ni siquiera el Mechanicus es capaz de semejantes resultados”.
El conde observa directamente a los ojos de Maex, y se sorprende porque no detecta ni miedo ni respeto en su mirada. Tampoco nota rastro de arrogancia ni soberbia, por lo tanto, es bastante tolerable su comportamiento. Tiene una presencia neutral, y el conde Takara empieza a sentir curiosidad por este personaje errante de las estrellas.
Maex mide casi dos metros, y viste una casaca de piel azul marino aterciopelada, con hombreras y cuello ataviado en adornos plateados. El rostro del comerciante, aunque denota facciones cansadas, parece mucho más joven. Destaca su cabello largo de color castaño, trenzado, y recogido con un broche de oro. Luce una barba del mismo tono que su pelo, fina y pulcramente recortada.
El comerciante independiente es consciente de que sus encargos extraplanetarios son muy apreciados en la clase alta de Necromunda. Esto le da seguridad ante las altas castas. Todos los nobles de Necromunda saben que su mercancía es muy exclusiva, y está parcialmente protegida por Gerontius Helmawr. Cuando su nave y tripulación, aterrizaron en el anillo de Selén, las bodegas de su transbordador no sufrieron el escrutinio habitual. Algunos regalos para el gobernador planetario, es el pago formal por un trato tan exclusivo. El comerciante y sus tripulantes, se les ha alojado en las cómodas habitaciones de las Agujas, durante su corta estancia en el planeta colmena.
A pesar de todo, Maex sabe que tiene que medir su comportamiento. El temperamento de las grandes familias de Necromunda es impredecible. No sería la primera audiencia sacrificada por falta de modales ante un noble de la casa Ulanti. Se rumorea que en una ocasión, le arrancó los ojos a un criado por mirarlo a la cara.
Maex observa la estancia a su alrededor, con curiosidad más que con asombro. Como si hubiera presenciado tantas extravagancias a lo largo de su vida, que ésta, tan solo, fuera una más. El despacho está lleno de armas extrañas, armaduras y reliquias expuestas en vitrinas. Pero lo que más le llama la atención al comerciante, son las hermosas vistas al mar de nubes, y Takara se percata de ello y se regocija. Precisamente por esto celebra sus audiencias en ese despacho con vistas. Para que recuerden su estatus.
—Conde Takara supongo. Soy Maex, y tengo lo que me encargó. —Se presenta el comerciante—. Se tomó muchas molestias con el mensaje cifrado que me envió —sonríe Maex educadamente—. Pero no se preocupe, el contenido que hay en esta caja solo lo sabemos usted y yo. Como bien imagina, usted no es el único que me hace este tipo de encargos. Puede estar tranquilo, mantengo el anonimato de todos mis clientes. Aunque seguramente, en sus círculos más cerrados, le habrá llegado a sus oídos los nombres de las familias con las que he comerciado. Pero lo que nadie sabe, es lo que cada uno de ellos me ha encargado.
—Supongo que así debe ser, si no, estarías muerto desde hace tiempo. No es nada grato desvelar secretos ajenos, ni comerciar con mercancía prohibida. Ambos tenemos posiciones que mantener —contesta Takara, restándole importancia a la confidencialidad que le ofrece Maex.
Con un sutil gesto del comerciante, los servidores dejan la caja en el suelo y se retiran por detrás de Maex.
Takara se siente ilusionado por ver lo que hay en su interior, y esta sensación es muy difícil de que brote cuando el conde lo tiene casi todo. Saborea el momento, y aunque conoce lo que guarda la caja, no adivina el aspecto de este nuevo modelo. Tira la manzana al suelo sin probarla, y se acerca a lo que parece un sarcófago de metal con forma de un cubo perfecto de seis caras.
—Recuerdo esta maravilla, y lo poderoso que te hace sentir cuando la posees —le confiesa Takara— .Heredé un modelo parecido que perteneció a mi estirpe durante milenios. Yo mismo la utilicé en una lejana época. Lástima que quedó destruida en su última intervención, y se cobró la vida de uno de mis queridos hijos. Y ahora, es el turno de mi heredero más joven. Solo espero que sea auténtica.
—Sin duda alguna lo es. No es la primera que traigo a Necromunda. Las suelen usar algunos de los guerreros traidores Gue’vesa. Gracias a mi posición mantengo varios contactos con ellos en el sector Zeist.
—Excelente…, pues dejémonos de chácharas, estoy impaciente por verla.
El comerciante independiente, Maex, roza uno de los laterales y la caja se abre en cinco partes con un ligero zumbido eléctrico. Un vapor de helio se derrama del interior y se esparce por el suelo. La cara del conde se ilumina por el reflejo de una luz naranja, y este sonríe satisfecho mientras formula una pregunta retórica.
—¿No es lo más hermoso que has visto nunca?
Parte 2
Ryo conduce su motocicleta a 150 kilómetros por la autopista sur del sector 32. El color amarillo cromado de su llamativo vehículo, reluce por las grises carreteras de plastiacero que serpentean por la cúspide. Detrás le acompaña una chica, que se agarra con fuerza a su abdomen, y aunque está segura sujeta por un arnés, a Denissa le gusta el contacto de Ryo.
Otras tres motocicletas siguen a la pareja a una velocidad similar, adelantando otros vehículos siempre que tienen ocasión. Varios guardias ejecutores hacen la vista gorda cuando reconocen a los mocosos, los hijos de la nobleza. Los agentes saben bien, lo rencorosos y malvados que pueden llegar a ser algunos de esos niñatos malcriados.
Los chicos se adentran en largos túneles iluminados por neones rojos, y recorren una carretera en espiral ascendente. Las luces de las motos se deforman en largas estelas por la velocidad, y el abundante tráfico les increpa con la boca pequeña cuando son adelantados por los mocosos.
Ryo va en cabeza de la carrera, pero una de las tres motocicletas que les sigue, los adelanta provocando un accidente en el túnel. Mueren cuatro ciudadanos involucrados, incluido un niño pequeño. Los agentes palatinos preguntan a los testigos, pero nadie se atreve a hacer una descripción detallada. Y cuando las cámaras que grabaron el accidente del túnel, son revisadas y delatan a los conductores, las cintas con las imágenes son robadas.
Los chicos siguen con su carrera a toda velocidad, ajenos al accidente. Antes de llegar al centro de la ciudad, se desvían por calles secundarias. Conducen como locos, contaminando el aire reciclado de la cúspide, con los gases del tubo de escape. Recorren velozmente estrechos callejones, y las paredes retumban con el ruido de los motores. Luego tuercen, derrapando por una calle paralela al capitolio, hasta llegar a la fachada de un alto edificio. Detienen sus motocicletas y las aparcan delante del bloque.
—Este es lugar del que os he hablado —dice Ryo—. Aprieta un botón de su casco, y las láminas metálicas que lo forman, se abren facilitando su extracción.
—No entiendo, por qué quieres ver el desfile desde un sitio tan alejado —se queja otro de los jóvenes moteros—. Y más, teniendo en cuenta que tenemos una vista privilegiada desde la tribuna.
—Desde allí arriba tendremos unas vistas espectaculares, Dimitri, lo entenderás cuando las veas —contesta Ryo con voz paciente.
Dimitri es el primo de Ryo, un joven noble de la casa Ulanti que procede de la colmena Valquiria, y ha venido a presenciar el desfile. Su padre mantiene negocios familiares con el padre de Ryo, el conde Takara. Dimitri, aparte de tener un comportamiento violento y sádico, también tiene una actitud pesimista e inconformista, y suele buscar alternativas a los planes que le proponen los demás.
—Los siete jóvenes se apean de sus motocicletas y se dirigen a la puerta de un vasto edificio coronado por el águila imperial.
Ryo es alto y esbelto. Sus ojos rasgados son característicos de su linaje, pero no muy común en los Ulanti. Él es uno de los herederos del conde Takara, y es el más pequeño de los cinco hermanos. Tiene diecisiete años terranos. Su pelo es negro, recortado a máquina, y con líneas transversales alrededor de la cabeza. Lleva su característica vestimenta de motero desgastada. Ryo podría permitirse, los ropajes más exclusivos y caros, que pueden pagar los bolsillos de un noble. Pero le es indiferente. Con un traje ajustado de color negro, y una vieja cazadora se conforma. Siempre viste con ropas parecidas, muy humildes y apagadas, para pasar desapercibido.
Con las motocicletas la cosa cambia. Su modelo es único, y fabricado a medida. Una obra de artesanía Van Saar, más cara que un Leman Russ del imperio. Tiene frenos por fase imantada, y amortiguadores hidráulicos, capaces de hacer frente a una caída de cinco metros. El motor mejorado de prometio con aditivos especiales, alcanza velocidades máximas de trescientos kilómetros en dos segundos.
—Venga Dimitri, siempre te estás quejando, en la azotea nadie nos va a molestar. Además, creo que es un sitio perfecto para probar el nuevo gas que he traído. Cosa fina, ya veréis —. El que habla es Adam, escultor, músico, escritor, pintor y adicto a las drogas. Sus padres son unos nobles de poca monta que tienen algunos contratos con la casa Escher. La familia del artista, fabrica medicamentos para el imperio, y tienen algunos negocios en la colmena Primus.
También vende algunos sedantes de contrabando, para todo aquel que pueda pagarlos.
—¿Ryo, el edificio está abandonado? —pregunta Adam, frunciendo el ceño, mientras contempla la gran altura, de la impresionante estructura.
—No, lo están reformando, y hoy no hay nadie trabajando. Están todos en el desfile. Pertenece a mi familia. Mi viejo me ha dado los códigos para que podamos entrar. Había visitado este lugar muchas veces, con mi padre, y siempre me impresionaban las vistas. Se ve todo el capitolio. Tendremos una visión panorámica, del ejército imperial y los Astartes. Luego podemos acercarnos para verlos más de cerca, si queréis.
—Tu padre es increíble Ryo. Yo, en cambio, voy a tener problemas por no estar con mi familia en la tribuna. Mi familia quiere juntar lazos con los Cómeran, de la familia Ran Lo. ¿Habéis visto a su hija, esa mutante de Anastasia?, ¡No me jodas!.
El chico que sufre un ataque de ira, es Telémaco, noble de la familia Karvos. Su linaje se dedica al negocio de extraer y distribuir, agua de los cometas en las colmenas de Necromunda. Su familia tiene contratos importantes con el gremio del agua Nauticam.
—¡A la mierda los Ran Lo! —continúa el joven en plena crisis —. Espero que ese gas que has traído sea bueno Adam, porque ya me hierve la sangre.
—No te preocupes Telémaco —, dice Denissa, la novia de Ryo —. Si os casan, ya sabes que es solo un trámite chico, no llores tanto. Luego que cada uno se acueste con quien quiera, y todos contentos.
—Claro listilla, como no eres tú la que se va a pasar el resto de su vida con una carroñera. ¡Y los hijos feos serán feos como su madre…!, ¡porque tendremos hijos de mierda!
—In-se-mi-na-ciooooón—. Dice Denisa, divertida, intentando detener la rabieta —Aunque es cierto… —continúa pensativa —de los placeres de la carne te puedes librar, pero los niños no serán muy agraciados. Bueno…, hay buenos cirujanos plásticos en Primus. No entiendo como Anastasia, no se ha hecho unos arreglos. Seguro que es esa nueva moda de mantenerse fiel a tu morfología genética.
—Si no lo ha hecho ya, es por ahorrarse unos putos créditos. Esos Ran Lo son unos tacaños ¿No has visto como visten? —asegura Telémaco.
—Ya nos invitarás a tu habitáculo en villa mutante (refiriéndose al submundo) —Se mofa Celso, noble de la familia Deimos. Sus progenitores tienen contratos para explotar los jardines ornamentales de la cúspide.
—¡Te he ganado la carrera, y la apuesta Ryo!—. Interviene Electra, golpeándolo con el índice en el pecho.
—Estás loca Electra —le reprocha Ryo —. Provocaste un accidente en el túnel cuando me adelantaste, y sabes que no me gusta abusar de nuestra posición, ni comprometer a mi padre.
—Te gané y punto. Incluso teniendo un vehículo más potente que el mío, no eres rival para mi guapito, y eso te jode. Lo demás son excusas, y daños colaterales.
—¿Y si fuesen nobles los accidentados, te has parado a pensarlo?, meterías a tu familia en un serio problema —. Electra vacila por un momento y se muerde el labio —. Pues ya te encargarás de salvar mi precioso culo, niño influyente —contesta dándose una palmada en su trasero, mientras se dirige a la gran puerta del edificio.
Electra es un poco más alta que Ryo, con el cabello negro y liso hasta la cintura. Es de constitución atlética, consecuencia de su adicción al deporte. Ella juega en el equipo campeón de Speedball en la colmena. Su otra pasión son las motocicletas. Electra y Ryo, han mantenido relaciones esporádicas desde hace un tiempo. Pero desde que la familia Ulanti, está interesada en el comercio con planetas agrícolas, el remonance se ha terminado. Ryo por petición de su padre, pasa mucho más tiempo con Denissa, una hermosa noble con los ojos tatuados en rojo. Ella es hija de un poderoso comerciante que importa alimento natural a Necromunda.
Electra, por el contrario, desciende de una familia de militares retirados. Su padre sirvió con el rango de oficial en la Octava de Necromunda, formada por soldados imperiales procedentes del clan Araña. Electra, en su honor, tiene un arácnido tatuado en su mejilla. Ella sabe que su posición en la nobleza, no puede rivalizar con la familia de Denissa. Está segura de que esa zorra se acabará casando con Ryo, para juntar los malditos lazos de conveniencia. A Electra le cuesta aceptarlo, y constantemente aprovecha cualquier ocasión para retar a Ryo como castigo.
¿Entramos ya, “mocosos’’? – dice Electra sarcásticamente, sabiendo que ese es el apodo que tienen los hijos de los nobles.
El grupo de chicos, se adentra en el edificio, después de que Ryo introduzca los códigos en el panel de la entrada. Todos ellos visten con ropas ajustadas de motero, y cazadoras de la aviación imperial, muy de moda entre los jóvenes nobles.
El grupo de amigos, entra en un amplio ascensor con un espejo. Ryo vuelve a insertar los códigos, para ascender a la planta 163.
Desde la azotea la vista es impresionante, el grupo de chicos se adelanta para presenciar el espectáculo. Hay una gran muchedumbre flanqueando la procesión, y la ciudad imperial se muestra majestuosa con la luz del mediodía. Cientos de pantallas colocadas en diferentes puntos estratégicos, retransmiten el desfile a los ciudadanos. Pueden verse numerosos drones servocraneos vigilando el perímetro, y transmitiendo las imágenes por las grandes pantallas.
Un batallón de doscientos marines, de los Puños Imperiales, son los primeros en desfilar. Sus pulidas servoarmaduras de colores ocres y amarillos, resaltan en el regimiento, y brillan con el reflejo de las luces del atardecer. Portan alzado el estandarte con la heráldica de su capítulo. Sus pesados pasos están sincronizados, y forman un numeroso bloque andante, perfecto, sin fallo alguno.
Los Adeptus Astartes son aplaudidos y vitoreados por los miles de asistentes. Los capitanes desfilan sin el casco, mostrando sus rostros impasibles y toscos, marcados por cicatrices causadas en innumerables guerras.
También pueden verse tropas de asalto de la guardia imperial. Algunos soldados portan armamento pesado, y otros de asalto. Les acompañan algunos vehículos militares: Land Raiders, motocicletas, Leman Russ, incluso un tanque pesado modelo Baneblade.
En la vanguardia de los vehículos, desfila una guarnición de Adeptas Sororitas, las hermanas de batalla de la Eclesiarquía. Incluso hay varias tropas de infantería del Mechanicus, procedentes de Marte.
Para finalizar, una batería de los agentes imperiales, los rudos Adeptus Arbites, cierran el desfile.
—¡Ahí están los Astartes! —dice Ryo emocionado—. Son impresionantes —. El chico saca unos prismáticos digitales, para observarlos más de cerca.
Hoy es un día festivo, y no son muy comunes los desfiles del ejército imperial en la cúspide de Necromunda. Pero el imperio está muy satisfecho con la producción del planeta.
El gobernador Lord Helmawr ha aprovechado ese reconocimiento, para pedirle permiso al Adeptus Administratum, la organización del desfile. Su petición se apoya con la premisa de que ayudará a la nobleza a seguir mejorando las cuotas de producción. Este acontecimiento atraerá el turismo de la nobleza, y hará crecer la economía de la cúspide, y por consecuencia el diezmo.
Hay muchos nobles imperiales que han viajado desde sus mundos de origen, para presenciar el espectáculo, y hacer contactos. También comerciantes poderosos, que aprovechan el desfile, para cerrar tratos de negocios. Incluso se habla de algunos xenos autorizados que están de visita para comerciar con el imperio.
—¡Mirad, hay soldados del Mechanicus! —Se sorprende Telemaco—. Me encantan sus guerreros de infantería. Mi padre tiene en su vitrina un rifle láser, y un casco que utilizaron en el asedio de Orinka. Es precioso.
Adam saca un pequeño bote de aerosol y lo agita, lo encara hacia su boca, y presiona la boquilla. El chico inhala el gas y suelta un suspiro. Después le pasa el bote Telemaco, y se tumba boca arriba en el suelo de la azotea.
El gas que ha inhalado, es una droga psicotrópica mezclada con alucinógenos y opiáceos sintéticos. Su cuerpo se relaja y se vuelve ligero como una pluma. Sus sentidos son alterados. Los sonidos tienen nuevos registros, y no sabe exactamente de dónde proceden. Los colores se mezclan en una paleta nueva, e imaginaria, y el sentido del tacto se multiplica.
—¿Tienes el antigás? —. Le pregunta Telémaco. Se refiere a un suero que anula completamente los síntomas de la droga. De esta forma, los usuarios no tienen que esperar a que pase el efecto, y pueden realizar sus tareas y evitar que se note su consumo.
—De este gas, todavía no, es un prototipo —. Responde Adam observando hacia el infinito —. Pero no te preocupes, el colocón solo dura unos treinta minutos, luego se desvaneeeece —. Adam se queda con los ojos en blanco, disfrutando del efecto de la droga —. Telémaco también inhala el gas, y todos los jóvenes siguen su ejemplo.
Los chicos se quedan tumbados, mirando hacia el cielo dorado del atardecer, con las pupilas dilatadas. Olvidando sus problemas e inquietudes, pasando de una existencia terrenal, a otra más astral y espiritual. Dejando que sus sentidos floten, y se mezclen con los ruidos de la ciudad. Como almas vagabundas, recién nacidas, que exploran un nuevo mundo distorsionado.
Parte 3
Ryo llega agotado a su mansión, en los dominios de la familia Takara. Arrastra una pesada resaca causada por la droga inhalada que trajo su amigo Adam. A diferencia de sus hermanos mayores, Ryo todavía vive con sus padres. Forma parte de su aprendizaje como noble heredero. Tiene que aprender sobre los negocios de la familia, antes de que su padre decida dónde colocarlo. La familia Ulanti tiene mucha influencia y familiares en varias colmenas, y sus hermanos están dispersos por todo Necromunda.
Pero antes de emanciparse y ocupar un cargo, existen varias obligaciones pendientes que el joven noble tiene que cumplir. Primero tiene que realizar “El juramento” una especie de prueba en la que tiene que demostrar que es merecedor de representar a la familia Ulanti. No tiene muchos detalles sobre en qué consiste, pero le toca efectuarla en este año, en su decimoctavo aniversario. Luego se celebrará la boda con Denissa. La creación de esta alianza propiciará su economía e influencias. Ryo ya sospechó de la inminente boda, cuando su padre empezó a hablarle de los negocios de su familia, “la importación y exportación de alimentos es un gran negocio”, le decía. Días después, durante varias comidas y celebraciones, conoció a su futura compañera en persona. Y la verdad es que Denissa es muy guapa e inteligente. No es tan atrevida y belicosa como Electra, pero le gusta.
El palacio de su padre, el conde Takara, ocupa un lugar privilegiado de las agujas. Tal es el poder de la estirpe Ulanti, una de las siete grandes familias de Necromunda, y una de las más antiguas. La edificación de sus dominios ha sido diseñada por un arquitecto de renombre en el planeta, siguiendo la moda imperial. La tecnología instalada es una obra exquisita de los ingenieros Van Saar. Los espaciosos aposentos de la familia Takara, están dotados de más de treinta habitaciones, todas ellas decoradas con auténtica madera importada. Disponen de cinco jardines ornamentales sembrados con ecosistemas artificiales. La flora y la fauna está modificada genéticamente para crear un equilibrio ecológico y sostenible. Uno de estos jardines está adaptado como coto de caza, e incluso cuenta con algunos depredadores que sacrifican de vez en cuando como deporte. El palacio, también dispone de varios gimnasios, teatros, bibliotecas, comedores, salas de recreo y despachos.
Ryo se dirige a los baños termales, uno de sus lugares preferidos para relajarse. Se desviste, y se introduce en una bañera burbujeante y cálida de líquido rojo. La estatua de un exótico pez, vierte el cálido líquido mezclado con sales en la bañera. El vaho inunda la sala, y sabe que en cualquier momento puede llamar a los criados para que le bañen y le masajeen. Pero hoy no está de humor, está cansado del temperamento de Electra y de sus celos por Denissa.
Con Denissa no hay ningún problema, ella es muy abierta de mente, incluso le permite seguir manteniendo relaciones con otras chicas. Su novia le ha dejado claro que no piensa renunciar a sus esclavos sexuales. La poligamia consentida entre la nobleza de Necromunda, es muy común entre los nuevos ricos.
Otro de los problemas que le viene a la cabeza es el accidente que ha provocado Electra. Sabe que pueden estar tranquilos, nadie los va a incriminar, ventajas de pertenecer a una de las grandes familias. Pero su padre se va a enterar, al igual que cuando Dimitri asesinó por diversión a un ingeniero que trabajaba en las agujas. Estos deslices incomodan a su padre, sobre todo cuando los rumores se esparcen entre los nobles.
Sus cavilaciones son interrumpidas por la voz de su progenitor…
—¡Aquí está mi heredero preferido! —anuncia con sarcasmo el conde Takara, mientras se desviste, dejando a la vista un cuerpo entero tatuado desde el cuello hasta los tobillos, con la simbología de la familia Ulanti. Con movimientos cansados se introduce en las rojas aguas termales junto a su hijo.
—Ya te has enterado… —dice Ryo con la cabeza baja—. El conde Takara se acomoda a su lado, y suspira mirando hacia arriba.
— Han muerto cuatro ciudadanos en el accidente que habéis provocado —dice mientras chasquea los dedos, y ordena un licor al asistente más cercano.
—¿Sabes quienes eran? —pregunta Ryo con voz temerosa.
—Cuatro nobles de la casa Van Saar. Estaban en las agujas por el desfile, uno de ellos era el encargado de instalar los dispositivos de seguridad. Le acompañaba su hijo. No ha sobrevivido ninguno.
—Lo siento…, no quería que ocurriese esto. Electra me adelantó y…
Antes de acabar la frase, Ryo recibe un puñetazo con la mano enjoyada de su padre. Un diente sale despedido fuera de la piscina. Ryo aguanta el dolor sin quejarse. Simplemente, tira la cabeza hacia atrás, y se coloca la mano en la nariz para tapar la hemorragia. Se relaja después de la sacudida, tiene la convicción de que no vendrán más golpes. Sabe que se lo merece y lo acepta.
Ryo adora a su padre, el conde Takara, y el sentimiento es recíproco. Pero de vez en cuando tiene que corregirlo, y castigarlo. Estos pequeños correctivos son necesarios para disciplinarlo, así lo han educado desde pequeño y lo entiende. Con el tiempo ha aprendido a reconocer sus errores y pagar por ellos sin rencores. En otras ocasiones, los castigos han sido mucho más severos, pero en este caso, las grabaciones borradas demostraban que el accidente lo había provocado Electra.
Un joven sirviente ataviado con una túnica esmeralda entra con una botella de licor y dos copas. Descorcha la botella, y sirve una bebida brillante y turquesa. En ningún momento cruza miradas con los nobles. Deja la bandeja de plata con los licores al pie de la piscina y se retira.
—Bebe, hijo mío, ya está todo arreglado —dice con agotamiento—. Los Van Saar nunca sabrán quienes provocaron el accidente. Evidentemente, se imaginarán que alguien de las grandes familias está involucrado. Cuando descubran que los testigos no quieren hablar, y que no hay nada registrado en las cámaras, se lo olerán. Pero con el tiempo se olvidarán del asunto.
>>Lo que más me preocupaba, es que la noticia llegue a los oídos de la familia Catallus. Si se enteran de que estamos involucrados en este escándalo, lo pueden utilizar en nuestra contra, y los Catallus mantienen fuertes alianzas con los Van Saar. De momento se acabaron los paseos en motocicleta y el deambular por la ciudad.
>>Podría haber condenado a Electra, pero tengo a su padre Agamenón en gran estima, y la influencia militar de su familia todavía tiene algo de valor para nosotros. De Todos modos estabais juntos, y no puedo permitir que nuestro nombre salga a relucir en este vergonzoso asunto. He hablado con el padre de Electra. La van a enviar a la colmena Valquiria, hasta que todo esto pase. Viajará por tierra para no llamar la atención. En un convoy con un grupo de trabajadores de la casa Orlock que se dirigen a un asentamiento cerca del cráneo. Una vez allí, tu tío mandará a alguien por ella, y le dará asilo en la colmena Valquiria —. Ryo se apena al escuchar esta noticia, pero Electra se lo buscó.
El conde Takara bebe un sorbo de la copa y la degusta. Se mira los nudillos irritados, mientras abre y cierra la mano tatuada.
—Me has hecho daño…, tienes la cara dura, hijo mío —le confiesa bromeando.
—Te haces viejo y blando papá, ya es hora de que pienses en el retiro —. Ambos ríen de buena gana, mientras apuran sus copas.
—¿Fuisteis al desfile? – pregunta el conde volviendo a llenar las dos copas.
—Lo vimos desde el edificio de comercio, fue impresionante.
—Si…, Lord Helmawr tiene satisfecho al administratum, ha sido una buena jugada este desfile, y todos nos vamos a beneficiar. Gerontius sabe jugar bien sus cartas y cómo manejar la burocracia con Terra.
>>Tengo dos sorpresas para tu aniversario —dice de repente, como si acabara de recordarlo—. La primera la disfrutaremos juntos mañana por la tarde.
—Sorpréndeme —contesta Ryo enjuagando la boca con el licor, mientras se masajea la mandíbula y escupe otro diente.
—La casa Helmawr no solo ha organizado el desfile. También han traído gladiadores al coliseo. ¿Has oído hablar de Davor?, es un entrenador y organizador de peleas de pozo, que está dando mucho de qué hablar. Está patrocinado por la casa Catallus, y sus combates están presentes en las colmenas más productivas. Se rumorea que participarán algunos Xenos esclavizados en el Gladiatum.
—¿De verdad?, ¡Será increíble!
—Sí, hijo…, seguro que sí. Ahora descansa, mañana será un gran día. Deja a tu anciano padre que se relaje, y ve a la enfermería a que te miren la mandíbula —. En ese momento, entran dos jóvenes con los ojos vendados. Una chica y un chico de exuberantes cuerpos se desvisten y se introducen en el baño. Como todos sus esclavos, estos tienen los tatuajes de pertenencia a la casa Ulanti.
Ryo sale de las termas y se retira a sus aposentos. Mañana es su cumpleaños y será una noche espléndida. Se siente ansioso por presenciar los combates.
Parte 4
Leander está trabajando en su laboratorio, observando varios terrarios con animales y plantas exóticas en su interior. Los especímenes no parecen notar su presencia y actúan con normalidad en el hábitat artificial.
Revisa una placa de datos portátil, y realiza unos apuntes. La gran mayoría de la fauna y flora son importados de otros planetas, pero algunos otros son originarios de Necromunda. Hay una gran variedad de sujetos: reptiles, plantas carnívoras, pequeños mamíferos, anfibios e insectos.
El laboratorio se halla dividido con mamparos de plastiacero, de color verde metálico. Está equipado, con una selección de los instrumentos tecnológicos más avanzados que el planeta puede producir.
Hay una decena de computadoras, y algunos de sus monitores encendidos, iluminan la estancia con su verde monocromo. El sistema de ventilación es muy eficiente, y se renueva constantemente con un suave ronroneo. Hay mesas de trabajo impermeables, con infinidad de probetas ordenadas y todas ellas etiquetadas. Un potente microscopio modular destaca en una mesa regulable, y alrededor de ella hay varias placas petris con muestras de microbios mutantes.
En una de las paredes, destacan varias estanterías de metal con especímenes más grandes conservados en formol. Están iluminados con una luz azul de baja intensidad, descansando de por vida, en su letargo acuoso. Entre la colección, destaca un gran Milsaurio, murciélagos carroñeros, arañas lobo y arañas tejedoras. Todos estos son animales autóctonos de Necromunda. Pero también tiene algunos ejemplares prohibidos en sus frascos de cristal blindado, como la cabeza de un robagenes, un peligroso xeno Genestaler.
Leander tiene catalogada en sus archivos, una gran parte de la fauna autóctona del planeta. Desde las pequeñas cucarachas de sumidero, hasta los enormes pseudohumanos escamosos. Además, ha estudiado la evolución de las mutaciones que han sufrido la flora y los animales de Necromunda. Los pocos supervivientes que quedan, se han adaptado a la fuerte radiación a lo largo de los siglos, y solo los más aptos han sobrevivido al actual hábitat contaminado. Leander, incluso dispone de algunos fósiles que datan de una antigüedad previa a la colonización del planeta. Todos estos hallazgos le han permitido conocer y estudiar los cambios en el ADN, y las diferencias morfológicas que han sufrido algunos animales, comparando sus ancestros con su descendencia actual.
La flora, con el paso de los milenios, ha evolucionado en unas pocas especies de líquenes mutantes que pueden sobrevivir a diferentes medios. Algunos pocos crecen en los yermos, otros se han adaptado a las zonas más templadas de las colmenas, incluso hay especies que proliferan en el oscuro submundo. Los hongos son una de las especies más resistentes, adaptables y abundantes del planeta.
De su recolección se extrae todo tipo de productos: alimentos, drogas, medicamentos, venenos y antídotos. En Necromunda hay auténticos expertos genetistas especializados en hongos. Incluso existen varios asentamientos que se sustentan principalmente con huertos fúngicos.
El trabajo actual de Leander se centra en la bioingeniería. Ha conseguido cruzar en el laboratorio algunas especies de insectos alienígenas con la fauna endémica. Estas nuevas cepas han sido modificadas genéticamente, creando especímenes completamente nuevos.
Después de mucho trabajo de campo y varias decepciones, al final lo ha conseguido. Es un huésped perfecto, resistente y capaz de alojar la nueva nanotecnología experimental sin rechazo alguno.
Leander es un reputado bioingeniero de la casa Van Saar, apodada la Casa del Artificio. Los arqueotectos del clan, le han encargado esta tarea que le ha llevado más de un año. El animal que ha generado en el laboratorio, es parecido a una pequeña libélula. Este diminuto insecto ha sido fecundado in vitro, y en apenas dos semanas tendrá descendencia. Lo más interesante de estos insectos voladores, es su adaptación al medio. Pueden soportar bajas temperaturas hasta el punto de congelación, también son capaces de tolerar las altas temperaturas durante cierto tiempo. Como colofón son inmunes a los gases tóxicos y a la alta radiación. El éxito de su investigación, recae en que el organismo de estos insectos no rechaza la nanotecnología. Gracias a ellos podrán ver a través de sus ojos, escuchar por sus oídos y recabar datos climatológicos del entorno. Un diminuto espía, que según su pronóstico, incluso podría atravesar las densas nubes hasta llegar a la cúspide.
Leander, es una auténtica rata de laboratorio que desciende de la nobleza Van Saar. Muy diferente a sus hermanos mellizos, Axel y Lisbet, que pertenecen a las milicias de la casa, o de Arthur, un carismático comerciante.
Aunque Leander es consciente de la herejía que supone experimentar con xenos, vive tranquilo y confía en el hermetismo que le proporciona la Casa del Artificio.
Los Van Saar son los herederos del conocimiento tecnológico más avanzado del planeta. Ellos han sido bautizados como los artesanos supremos de Necromunda.
Aunque el Adeptus Mechanicus son los guardianes de la ciencia y los poseedores de la mayor arquotecnologia del imperio, ellos siguen creyendo en fábulas inventadas como el dios máquina Omnissiah. Los Van Saar saben perfectamente que estas supersticiones imperiales, se deben a su miedo a la inteligencia artificial, y a los temidos hombres de hierro del pasado. Los Van Saar, aunque no tienen los grandes medios del Mechanicus, su conocimiento sobre los inicios de la humanidad, su conducta social y su tecnología perdida, es ampliamente superior. Este entendimiento y saber, en parte, es considerado herejía y perseguido por el imperio. Por esta razón, los Vaan Saar no exportan todos sus grandes descubrimientos, y con esa prudencia consiguen pasar desapercibidos. Los mejores hallazgos, cuando descubren tecnología prohibida, se lo guardan para ellos.
La casa Van Saar, sin duda, es la más rica de Necromunda, por debajo de las casas nobles. Pero al igual que el resto de las casas productoras, tienen que conformarse con estar condenados y confinados en un planeta febril. El gobernador planetario, Gerontius Helmawr, no quiere saber demasiado sobre el éxito tecnológico de los Van Saar, porque se imagina de donde proviene todo ese conocimiento. Pero también sabe que su planeta no sería tan productivo sin la eficiente ingeniería de la casa del artificio. Por lo tanto, evita dentro de sus posibilidades las intromisiones del Mechanicus en el planeta.
Leander revisa los forzados parámetros del terrario donde está alojado el pequeño insecto. La libélula híbrida está reposando en una ramita vertical. Está registrando el tiempo que puede soportar a diferentes temperaturas extremas. El pequeño animal pasa la prueba con sobresaliente. De repente, una luz de color magenta se enciende en un panel del laboratorio. Esta señal anuncia visitantes al otro lado de la puerta. Leander mira una pequeña pantalla, y reconoce a su hermano Arthur y su sobrino Kilian. Realiza una orden vocal, y el automatismo reconoce su tono de voz, acto seguido se abre la puerta del laboratorio.
—¡Tío, tio, tio!. —Kilian entra corriendo y se lanza a los brazos de Leander —¿Tienes bichos nuevos? —pregunta el pequeño con los ojos agrandados por la curiosidad. Ágilmente, se zafa del abrazo, y empieza a revolotear de un lado a otro del laboratorio en busca de novedades.
—Ten cuidado Kilian, ya sabes que se mira, pero no se toca —le recuerda su padre, mientras lo persigue con una mirada armada de paciencia.
—No te preocupes Arthur, ahora mismo no hay nada de que preocuparse —le tranquiliza Leander mientras le estrecha la mano a Arthur.
—Lo que tú digas, hermano, pero tiene que empezar a ser consciente de lo que puede y no debe hacer. No me lo malcríes —le advierte con una sonrisa cansada.
Arthur y Kilian, junto con Axel y Lisbet, son la familia biológica de Leander. Los ama, y gracias a ellos tiene una vida social mucho más amplia y enriquecedora. Si no fuera porque lo rescatan de vez en cuando, el ingeniero sería capaz de pasarse meses en el laboratorio sin ni siquiera darse cuenta.
—¿Cómo lo llevas Arthur?
—Muy bien hermano, de momento sigo beneficiándome de los contratos con la casa Ty. Y todo gracias a tus inventos, te agradeceré eternamente que me hayas nombrado tu agente comercial.
—Mírate —dice Leander con los brazos extendidos—, eres apuesto, inteligente y naciste con una labia que convence a cualquiera. Eres la persona perfecta para negociar con esos miserables.
—¡Miserables, miserables! —grita Kilian mientras observa la cabeza del Genestaler en formol y le hace burlas.
—Tenemos que empezar a cuidar nuestro vocabulario delante de Kilian, cada vez es más consciente de su entorno.
—Tienes razón, está creciendo muy rápido —admite Leander mientras persigue al pequeño con la mirada—. ¿Sabes algo de Lisbet y Axel?
—Les va bien…, dentro del camino que han elegido. Hace unos días pude comer con ellos y charlar un poco. Andan buscando arca tecnología en la subcolmena. Hace poco escucharon que un numeroso grupo de Cawdors estaban extrayendo algunas reliquias sospechosamente extrañas. Pasan todo el tiempo que pueden rastreando el submundo.
—Hay que tener cuidado con esos fanáticos, aunque son poco más listos que un ogrete, sus vínculos con la eclesiástica son peligrosos para nuestra casa.
—Nuestros hermanos lo saben Leander, son conscientes de ello y sus acciones están apoyadas por el consejo —,le tranquiliza Arthur.
—La arcanotecnologia nos lo ha dado todo, y si no somos cautos con las constantes búsquedas será nuestra perdición. No podemos llamar demasiado la atención del mechanicus, o la casa Van Saar será declarada proscrita. Gerontius puede hacer la vista gorda hasta cierto punto, pero no pondrá en peligro su posición por nosotros – Leander se acomoda en su sillón y se masajea la nuca mientras cierra los ojos, y arruga la nariz.
—¿Cómo estás hermano…?, ya sabes a qué me refiero —se interesa Arthur.
—Estuve demasiados años en contacto con la PCE. Ya sabes que Incluso llegó a ser una maldita adicción, y ahora lo estoy pagando. La Rade-Fage hace estragos. Mi cuerpo está demasiado irradiado, y necesito actualizar constantemente mi traje de protección.
Las PCE (Plantillas de construcción estándar) provienen de la era de los conflictos, mucho antes de que surgiera el imperio actual. Cuando el ser humano, en pleno cenit tecnológico, expandió su colonización a otros planetas, se crearon las PCE. Esta arcanotecnología perdida y prohibida, consiste en máquinas con sofisticados programas informáticos que ayudaban a los colonos a construir todo tipo de materiales. De esta forma, podían ser autosuficientes en los lejanos planetas, construyendo todo tipo de materiales para no depender de las costosas importaciones de material. Las PCE disponían de minuciosos planos holográficos tridimensionales, para crear todo tipo de infraestructuras. Desde centrales nucleares o eléctricas, a vehículos de todo tipo, alojamientos o laboratorios y trajes espaciales. Solo necesitaban la materia prima del planeta colonizado para explotarla. Las propias PCE instruían a los colonos con videotutoriales muy intuitivos, y no era necesario de que los pobladores tuviesen una excesiva formación específica para entender los holoplanos.
En el cuadragésimo primer milenio, el adeptus Mechanicus del imperio, busca estas plantillas extintas por todo el universo. Y es el encargado, y tiene el derecho absoluto de atesorarlas. Suyo es el deber de preservar la ciencia y el conocimiento de la humanidad. Pero también tiene la obligación de separar y filtrar la inteligencia artificial de las PCE, para evitar que las máquinas vuelvan a sublevarse, como ocurrió en la era de los conflictos.
La Casa Van Saar encontró una de estas plantillas hace milenios, erigiendo su poder y acumulando riquezas a costa de ella. De ahí viene sus grandes conocimientos y sabiduría. Pero como una perversa maldición, la PCE que encontraron está defectuosa. Todos los miembros de la casa que tienen contacto con ella, son irradiados y envejecen prematuramente.
Los Van Saar han encontrado una forma de hacer frente a esta enfermedad. Han diseñado unos trajes especiales que limpian su sangre contaminada y preserva sus órganos devastados. Pero cuanto más contacto tienen con la PCE, más cerca de la tumba se encuentran. Hay algunos miembros de la casa que ya no pueden desprenderse de sus trajes, o morirían. Leander es consciente de que le queda poco tiempo para llegar a este extremo. Cuando empezaron los achaques de su declive fisiológico, ya era demasiado tarde. A modo de intentar frenar la enfermedad, ha decidido utilizar todo el conocimiento acumulado para centrarse en bioingeniería, y evitar en todo lo posible el contacto con la PCE.
—Tranquilo Arthur, estoy bien. ¿Por cierto, hoy es el día del desfile, no?
—Sí, todo el sistema de seguridad se ha instalado correctamente, ha sido un trabajo muy exhaustivo. Hoy volvemos a la cúspide para hacer un chequeo final. Todo el proceso nos ha llevado una semana y media. También nos han ofrecido la colocación de las cámaras y los monitores por toda la ciudad. Piensa que como haya algún fallo, Gerontius nos corta la cabeza.
—¿Os han concedido el permiso para presenciar el desfile?
—No hermano, esos arrogantes no quieren mezclarse con los nobles de las casas productivas. Uno de los asistentes del secretario me ha dicho que todas las plazas están reservadas. Es una pena, a Kilian le hubiese encantado ver a los Astartes desfilando. Iremos para hacer un chequeo rápido de todos los sistemas, y ya se encargarán los ingenieros imperiales durante el desfile. En cuanto acabemos, atravesamos el muro y regresamos a casa.
—Olvídate de esos imbéciles Arthur, no valen la pena. Solo son unos malditos ignorantes y ni siquiera son conscientes de ello.
—Lo sé hermano, lo sé. Al menos, aparte de los dos técnicos, he conseguido que me dejen llevar al Kilian. Durante el camino de vuelta podrá ver una parte de la cúspide.
—Seguro que os lo pasáis muy bien.
—¡Vamos Kilian despídete del tío Leander, nos vamos a la cúspide!.
—¡Bieeeeen!
El niño empieza a dar saltos de alegría por el laboratorio y corre de nuevo a los brazos de su tío Leander.
—Pásatelo bien, y haz caso a tu padre —le dice mientras le alborota su pelo rubio y limpio, acicalado para la ocasión.
—Te quiero tío.
—Yo también te quiero Kilian, nos vemos a la vuelta. —Leander abraza a su hermano y a su sobrino.
—Abrid bien los ojos Arthur, sobre todo cuidaros de la soberbia de esos malditos.
—Estate tranquilo hermano. A la vuelta organizamos una comida con Lisbet y Axel. Hace tiempo que no nos reunimos toda la família. Así sales un poco de esta prisión.
—Eso está hecho Arthur —asiente Leander. Aunque ese encuentro nunca llega a suceder.
—Hermano y sobrino salen del laboratorio. Marchan contentos, y Leander escucha con una sonrisa como los gritos de Kilian resuenan por el pasillo y poco a poco se van enmudeciendo a medida que se alejan. Nunca más vuelve a escuchar la risa de su sobrino.
Parte 5
El desfile de la noche anterior ha sido todo un éxito, y los regimientos imperiales ya se han retirado. Hoy los festejos continúan con nuevos eventos, y un gran tumulto parlotea por las calles de las agujas. Algunos, siguen mirando las reposiciones en los grandes monitores dispersos por las agujas. El bullicio de la clase privilegiada, comenta el espectáculo militar que vieron anoche.
Todos los asistentes tienen grabado en sus retinas, un poderoso mensaje de la gran escena que han presenciado. Sus mentes recordarán este acontecimiento como un signo de poder. Recordarán que la humanidad está protegida por los valerosos Astartes, y el emperador. Y que el imperio es el camino de los justos, un hogar próspero para todos los humanos, sin lugar para los impuros.
Hoy hay nuevos acontecimientos para deleite de los ciudadanos, y las casas nobles de Necromunda, siguen socializando con los visitantes extranjeros de otros planetas imperiales. En su gran mayoría, son comerciantes enviados para cerrar algunos contratos. Básicamente, muchos de los negocios giran en torno a productos de primera necesidad, como el agua, los sustratos, el alimento o los esclavos. También hay interesados en comprar armamento, munición y material militar. Hay numerosos miembros de la casa Catallus, luciendo sus enigmáticas máscaras para la ocasión. Muchos de sus representantes, hacen de intermediarios entre compradores y vendedores.
En el capitolio, se han habilitado varios recintos modulares en los que se sirven deliciosos aperitivos exquisitamente elaborados, y una gran variedad de licores reposan en esbeltas copas de cristal. Con los ánimos alzados empieza el ritual de las negociaciones.
Varios representantes de mundos agrícolas, procedentes del segmentum solar, están interesados en exportar sus alimentos a Necromunda. Los productos como la carne, las frutas y verduras son muy demandados por las familias pudientes. Los nobles de algunas colmenas, también contemplan la posibilidad de importar grandes cantidades de cereales, con el propósito de adulterarlos con la fécula de cadáver, y maximizar el alimento para las clases obreras.
Los escribas acompañan a compradores y vendedores por igual, y van tomando nota de los acuerdos. Los encorvados lacayos no paran de teclear en su placa de datos. Los contratos y sus cláusulas, se firman con tinta y se sellan en cera. Evidentemente, no solo se habla de productos de primera necesidad. A medida que los implicados se van conociendo, y el alcohol va relajando las tensiones, también empiezan otro tipo de negociaciones más turbias. Pactos que se susurran a los oídos, y no son recogidos por los escribas.
Los inmensos megáfonos de la ciudad, anuncian el inminente espectáculo que se va a celebrar en el coliseo. También recuerdan a la muchedumbre, quién es el responsable del gran evento del que están disfrutando.
—¡Demos las gracias al gobernador Lord Helmawr, representante de la casa imperial y señor de Necromunda!. —El gentío aplaude y levanta las copas en dirección a la tribuna donde se encuentra el gobernador.
En la tribuna imperial, un asistente del gobernador se le acerca con un micrófono.
—¿Señor, quiere decir algunas palabras?. —Lord Helmawr no está de buen humor. Hace apenas unos minutos, ha recibido una mala noticia procedente de la Comisaría fortaleza en el sector 229. Acaban de encontrar indicios, de otro culto en la subcolmena de Primus. En los últimos años, no han parado de proliferar estos alzamientos sectarios. Son una pérdida de recursos, que no se puede seguir tolerando, si quiere preservar su posición. Lord Helmawr ausente, deniega con la mano el ofrecimiento de su asistente. El secretario del gobernador habla en su lugar, y agradece a todos los invitados su presencia. Acto seguido, anuncia el inminente espectáculo que va a celebrarse en el coliseo.
—El Lord no está de muy buen humor —. Susurra Ryo a su padre mientras observa con sus prismáticos en dirección a la tribuna donde se halla el gobernador. El conde Takara agarra los prismáticos de su hijo, y mira en la misma dirección. Una sonrisa aparece en su semblante. Antes de contestar, espera a que un dron servocraneo pase de largo.
—Eso parece hijo, aunque tampoco es muy dado a dar conferencias. He de reconocer que nuestro gobernador no lo hace del todo mal. No es nada fácil gestionar este maldito planeta. Lord Helmawr no es como muchos otros nobles charlatanes, que se pierden entre lujos y vicios, henchidos por las ansias de poder. Muchos familiares de nuestra casa, que han sucumbido ante tanto derroche, deberían seguir su ejemplo.
El gobernador tiene muy claro la posición que ocupa, y lo que tiene que hacer para preservarla. Es muy consciente de quienes son sus enemigos más peligrosos, y sabe cómo mantenerlos a raya.
—¿Quiénes son —?, pregunta Ryo intrigado.
—Estás rodeado de ellos, hijo mío —, responde su padre divertido, señalando con la cabeza a las familias nobles que festejan. Ryo observa a la aristocracia de Necromunda. Diferentes representantes de las familias Catallus, Ko’Iron, Greim y Ran Lo. Hombres y mujeres poderosos, conversando, bebiendo y riendo junto con algunos mercaderes de diversos gremios. El conde Takara también reconoce, entre la muchedumbre, al comerciante independiente Maex, charlando con algunos capitanes mercantes.
—Mira, por allí viene tu novia. Sé un buen anfitrión mientras voy a hablar con sus padres.
El conde Takara se dirige hacia los padres de Denissa. Ellos están negociando, con varios comerciales de mundos agrícolas con excedentes de producción.
—Hola guapo, ¿me invitas a un trago?. —Ryo, agarra las dos últimas copas de una bandeja que transporta un servidor. El autómata se queda unos segundos parado, asimilando lo que ha ocurrido, y vuelve a por más bebidas.
—Mi padre dispone de un buen lugar para ver los combates —dice Ryo con excitación— va a ser increíble.
De repente, cae en lo hermosa que está Denissa. La chica luce un vestido ajustado, adornado con joyas estilizadas que se adaptan a su contorno. Los colores del exclusivo atuendo, color lila y azul, hacen juego con el maquillaje del mismo color. Luce una raya pintada transversalmente, que cruza sus ojos tatuados de color rojo.
—Estás preciosa Dennisa.
—Lo sé— responde Denissa, sin mostrarse adulada por el piropo —. Este traje procede del Segmentum Obscurus, fue un regalo de mi padre. —Se pavonea orgullosa. La chica alza la vista, y repasa el gentío congregado en el capitolio.
—¡Mira, por ahí anda Telémaco con su nueva amiga! —Señala con una sonrisa maliciosa —. Ryo divertido, sigue con la mirada a la pareja. Puede ver la vergüenza ajena esculpida en el rostro de Telémaco, mientras levanta la mano para saludarlos. De repente, Ryo recibe una fuerte palmada por detrás. Es Dimitri, su psicótico primo de la colmena Valquiria.
—Hola pareja, ¿habéis visto a Adam?, ese gas que trajo es increíble, espero que haya traído una buena remesa para ver los combates. Si lo veis decirle que lo estoy buscando, nos vemos luego.
Dimitri, tal como aparece, se pierde entre la muchedumbre, y Ryo observa sonriendo como patea a un servidor que se le cruza por el camino.
—Está muy alocado tu primo, tiene un gran problema temperamental, y me parece que va colocado —. Comenta Denissa.
—No lo sabes bien. Es un peligro con patas, cada vez que visita Primus. Disfruta demasiado con la violencia. Una vez, asesinó a un trabajador de la zona alta, porque le pareció que lo estaba mirando mal. Lo arrastró a un callejón para evitar a los testigos, y se explayó torturándolo con un cuchillo. Lo hizo por puro entretenimiento. Fue un puto escándalo, y los ejecutores palaltinos lo detuvieron. Mi padre tuvo que intervenir, alegando que el trabajador había insultado a un noble Ulanti. Aunque no fue así, y todos lo saben.
Dimitri es de la familia. Nuestros padres son buenos hermanos, y tienen negocios compartidos. Una vez al mes, viajamos con ellos a Juggerata, una de las lunas de Necromunda.
—He oído hablar de ese lugar —. Se interesa Denissa.
—Es un coto de caza maravilloso, importan bestias xenos para cazarlos.
—Tienes unos entretenimientos muy peculiares, me encantaría acompañaros algún día. ¿Cómo lo llevas con Electra? —se apiada Denissa, sabiendo cómo terminará su relación con ella.
—Pues no muy bien —contesta mirando alrededor con cautela, y bajando el tono de voz—, después del incidente en la carretera no la he vuelto a ver. La han enviado a la colmena Valquiria. Mi familia tuvo que mover algunos hilos, para hacer desaparecer las grabaciones del accidente. Murieron cuatro nobles de la Casa del Artificio. Y yo tuve que responder ante mi viejo —. Le confiesa Ryo apesadumbrado, mientras se masajea la mandíbula, y se palpa sus nuevos implantes de cerámica.
—Ya se acostumbrará, sabes que a mí no me importa si la sigues viendo.
—Ya, pero ella no piensa igual que tú. Desciende de militares muy conservadores, y no le gusta compartir sus conquistas. De todos modos, creo que va a pasar un buen tiempo hasta que nos volvamos a encontrar.
Ryo observa como su padre, entre la multitud, les hace señas para que se acerquen.
—¡Venga chicos, los combates van a empezar y no me los quiero perder, vamos al reservado!.
El Gladiatum de la colmena Primus es el más grande de todo Necromunda. Dispone de una capacidad de ciento cincuenta mil espectadores. Nada que ver con los pozos de lucha que hay repartidos por el resto de colmenas.
Las gradas son de mármol blanco y tienen grabados pulidos a láser con símbolos imperiales. En el suelo han vertido arena roja, no se sabe bien de qué planeta han extraído la tierra, pero se rumorea que fue un regalo de Marte, donde Gerontius Helmawr mantiene amistades e influencias.
La titánica infraestructura, con forma de cuadrado, dispone de cuatro grandes aperturas por donde entran y salen los luchadores. Hay cuatro columnas que lo rodean, son las más altas del coliseo, y sus cimas están talladas con el águila bicéfala del imperio. Las siete familias más influyentes de Necromunda, pagan grandes sumas por mantener su propio palco, y la familia Ulanti no es una excepción.
El Reservado del conde Takara, cumple las expectativas de Denissa y su familia. El suelo está alfombrado con el pelaje azul de alguna bestia alienígena. El padre y la madre de Denissa, lo acarician maravillados por su tacto y suavidad. Un criado, ataviado con túnica, les ofrece unos refrigerios en copas de cristal azul. Las vistas son inmejorables, a excepción de la del gobernador. Y desde el palco, puede observarse perfectamente el lugar donde van a batallar los gladiadores, ni muy cerca ni muy lejos.
Los recibe la condesa Ahmya, la mujer del conde Takara, y la madre de Ryo. Viste un kimono terrano de color vermellón, ataviado con esmeraldas verdes, a juego con el color de sus labios, que resaltan sobre el maquillaje blanco. Dos grandes agujas de oro cruzadas, adornan su pelo recogido. La condesa calza unas “Geta”(sandalias ceremoniales) de auténtica madera procedente de Catachan.
—Bienvenidos—. Los saluda con las manos extendidas —. ¡Qué guapa estás Denissa! —En esta ocasión, la chica sí que muestra gratitud ante la adulación de la condesa. A Ryo no se le pasa este detalle desapercibido. Denissa conoce bien el protocolo, y cómo comportarse ante una familia más rica y poderosa que la suya.
—¡Qué preciosidad de collar!, ¿Me permites? —le pregunta la condesa Ahmya a la madre de Denissa.
—Por supuesto, es un regalo de mi marido Gerard. Fué una sorpresa que me trajo de su último viaje de negocios. —La condesa Ulanti, coge delicadamente las joyas, y sus ojos brillan mientras las degusta con la mirada.
—Son muy bonitas.
—Gracias condesa, creo que ahora mismo son mis preferidas. —Marlene, la madre de Denissa sonríe orgullosa, sabiendo que ha impresionado a su anfitriona.
—A ver con que nos sorprende Davor —dice el conde Takara, asomándose a la ventana, mientras se frota las manos animado por el inminente espectáculo.
Las gradas están abarrotadas, y los murmullos de los espectadores inundan el ambiente.
—¿Quién es ese Davor? —se interesa Gerard, el padre de Denissa.
—Davor es un entrenador de gladiadores de pozo, y un gran organizador de combates. La primera vez que escuché sobre él, fue en la colmena Traizor. Su fama le precedía en muchas otras colmenas, y se hablaban maravillas sobre las peleas que organizaba. Por lo visto empezó su carrera en algunos asentamientos de los Yermos. Buscaba y capturaba los mutantes más horrendos, los entrenaba y los hacía pelear con diferentes armas. Incluso he oído que, también utilizaba psíquicos en los combates.
>>Poco a poco se fue labrando su reputación hasta que sus formidables peleas llegaron a los oídos de la casa Catallus. Ahora, Davor está patrocinado por ellos. Normalmente utiliza luchadores de pozo modificados, bestias de los páramos, mutantes y psíquicos. Pero también miembros de la propia casa Catallus que han aceptado ser entrenados por Davor.
>>Los Jóvenes de esa casa son buenos luchadores, y aprecian un buen entrenador para mejorar sus técnicas marciales. —Takara hace una pausa, para observar al gentio, y continua —Me ha llegado la información de que gracias a la influencia de los Catallus, Davor ha conseguido algunos Xenos prisioneros de guerra, para sacrificarlos en los combates de hoy.
—¡Pero traer Xenos inteligentes a Necromunda es una herejía! —dice alarmado el padre de Denissa.
—Bueno…, no si convences al maestro del segmentum solar, de que sacrificarlos ante el populacho servirá para incitar el odio contra ellos. Y Gerontius sabe muy bien cómo tratar con la burocracia imperial. —Takara ofrece una copa a Gerard mientras le guiña un ojo.
—Evidentemente, una excepción como esta habrá tenido un alto coste.
—¿Y sabes qué raza de Xenos han traído para los combates? —Gerard está entusiasmado con la morbosa idea, y le brillan los ojos.
—No lo sé, pero te aseguro que muy pocos de los aquí presentes se lo esperan. Siento haberte arruinado la sorpresa —comenta Takara, proponiendo un brindis al padre de Denissa.
—No te preocupes, la sorpresa ya me la has dado tú —responde Gerard chocando la copa, impresionado por los recursos de su futuro consuegro. Cuando Gerard prueba la bebida, se queda sorprendido por su sabor.
—Delicioso, ¿qué es? —dice el futuro consuegro mirando con asombro la copa.
—Un cocktail hydro-clónico. Es un licor con una mezcla de alco-aguas, extraídas de cinco mundos muertos. Y para cenar, tenemos Grinx Albino. Es una carne que solo se puede cosechar una vez al año, y se tiene que degustar con luz natural o mueres envenenado. Por lo tanto, hay que cenar pronto si no queremos tener una mala digestión.
—Impresionante…
—¡Ya empieza el espectáculo! —exclama Ryo cuando escucha por megafonía la grave voz de un vigoroso comentarista.
Suenan unas trompetas, y se anuncian los inminentes combates ante las cuatro gradas repletas de nobles y comerciantes. Todos los presentes están exaltados por el alcohol, algunas drogas y la sed de sangre.
Hay cuatro grandes monitores, que muestran los combates en tiempo real. Gracias a unos drones servocraneos que pululan por la arena filmando las peleas, los asistentes de las graderías más alejadas también disfrutan del espectáculo. Cada una de las gigantescas pantallas, están instaladas en frente de cada una de las cuatro gradas que componen el coliseo. De esta forma nadie se pierde detalle.
El comentarista agradece al gobernador el espectáculo, y a la casa Catallus el patrocinio del mismo. Acto seguido hace una breve descripción de los primeros luchadores.
—¡Damas y caballeros de Necromunda! —suena la sobreactuada voz del animador— ¡Hoy tenemos ante nosotros a unos temidos forajidos del anárquico submundo!.
La nobleza, bajo los efectos de las bebidas, abuchea divertida a los luchadores.
—¡Estos herejes asesinos pelearán entre ellos, y al ganador se le perdonará la vida trabajando como esclavo en el Despojo!.
Las grandes compuertas corredizas de plastiacero se abren, y los gladiadores hacen su aparición.
El primer luchador entra con los brazos extendidos y mira desafiante al público. Tiene sustituida la mandíbula inferior por otra de metal con dientes afilados. Su brazo derecho ha sido extirpado completamente, y en su lugar, una descomunal garra hidráulica articulada de cuatro dedos, se abre y se cierra para el deleite del público. Su cabello está afeitado, y luce un número de serie tatuado en la cabeza que indica su pertenencia al esclavista Davor. Como única vestimenta, solo lleva un taparrabos largo y sedoso de color azul. Su cuerpo semidesnudo muestra una gran cantidad de horrendas cicatrices, producidas por anteriores combates, y las operaciones de los implantes. La prótesis de su brazo, está limpia y reluciente para la ocasión, y los focos del coliseo rebotan en el metal de su cuerpo, produciendo destellos.
Un dron servocráneo, se acerca con un zumbido al luchador y graba un plano general de él. El gladiador levanta su garra hacia al público, y ruge un estridente grito mientras se golpea el pecho con su mano no modificada. Su bravuconería se muestra en las grandes pantallas del coliseo, y el público enloquece.
Se abre la compuerta opuesta, y ante los vítores del populacho, el segundo luchador hace su aparición. El contrincante tiene una máscara de hierro con rejillas verticales que le oculta el rostro. Por la parte de atrás de la cabeza descubierta, también tiene un número de serie tatuado. A este sujeto le han amputado el brazo por debajo del codo, y lo han sustituido por un disco sierra cortador. El gladiador de pozo, al igual que su adversario, está semidesnudo a excepción de un taparrabos rojo. El dron también lo graba. El enmascarado hace girar el disco con un estridente ruido metálico, y lo alza ante la muchedumbre realizando unos círculos. El gentío se vuelca en aplausos, y muchos de los presentes apuestan exorbitantes sumas de créditos.
—¿Quieres apostar algo? —le reta el conde Takara a su consuegro.
—¡Por supuesto, añadamos más emoción al espectáculo! —exclama Gerard, sin apartar la vista de sus prismáticos— mira esos luchadores, son unos carniceros. ¿Con cuántos créditos quieres abrir la apuesta?
—No me entusiasma la idea de apostar con números, prefiero hacerlo en especies. Me he fijado que tanto a ti como a tu mujer, os ha gustado esta alfombra. Tengo que reconocer que tenéis buen gusto, y no es nada fácil conseguir un pelaje alienígena como este. ¿Qué me ofreces a cambio de ella? —pregunta el conde, mientras observa a los luchadores y apura su copa.
—Recuerdo que en la última cena que celebramos en nuestra estancia, estuviste admirando una pistola láser de nuestra colección. La que se utilizó en la cruzada de los mundos de Sabbat.
—Si la recuerdo, la de los hermosos grabados.
—¡Exacto, esa misma!
—Estupendo, la pistola está a la altura de la alfombra, acepto. ¿Por qué luchador te decantas?
—¿Me dejas elegir?, ¡eres todo un caballero! —responde divertido Gerard, dejando a un lado los prismáticos y mirándolo a los ojos. Apuesto por el de la garra mecánica.
—¡Buena elección!. Aunque me parece que el combate está muy igualado. —El conde Takara, con un gesto, pide más bebidas al criado —. Pero con semejante armamento y tan poca protección, no creo que la pelea dure mucho. Este Davor es un genio, seguro que los próximos luchadores están mejor protegidos, y el combate será más largo. Esto es solamente un aperitivo.
Ambos gladiadores empiezan a moverse en círculos, midiendo sus movimientos. Se alternan lanzándose tentativas de ataques para ver sus reacciones, y medir los reflejos de su adversario. El público pide sangre, y tras la presión de los nobles, el primer ataque mortal lo lanza el gladiador de la garra. Su adversario lo esquiva dando un salto hacia atrás, y la garra hidráulica levanta una polvareda roja cuando se estrella en la arena. Rápidamente, el luchador del disco, aprovecha la guardia descubierta de su contrincante y lanza una estocada directa a la cabeza, pero su adversario consigue levantar la prótesis y bloquear el golpe. Suena un sonoro ruido al chocar ambos metales, saltan chispas, y el disco cercena varios cables hidráulicos de su garra. Ambos luchadores retroceden de un salto.
El gladiador que ha bloqueado observa cómo el líquido hidráulico de su prótesis se derrama, y algunos dedos metálicos dejan de funcionar. Sin importarle demasiado, y preso por la ira, se abalanza sobre su contrincante con la zarpa mecánica alzada, para propinarle un pesado golpe. El adversario, con una ágil cinta, se aparta a un lado con un movimiento lateral. Por la inercia del ataque fallido, el atacante deja al descubierto su dorsal derecho, y el defensor asesta un corte mortal con el disco. El tajo abre la carne, y destroza sus costillas que saltan en varias direcciones. El público se alza exaltado de sus asientos, con vítores que apagan los lamentos de todos aquellos que han apostado por el perdedor. El vencedor mira hacia el público desafiante, y levanta el disco todavía girando, y salpicando su rostro con la sangre de su adversario. El dron encargado de retransmitir el combate, se acerca al ganador, y graba su triunfo que se muestra por los bastos monitores. A sus pies, el gladiador moribundo es un amasijo sanguinolento, con la caja torácica abierta, y los pulmones derramándose en la arena. El vencedor lo remata con un golpe rápido, decapitándolo, y su cabeza rueda unos pocos metros, dejando un rastro de sangre.
—Enhorabuena, conde Takara —dice Gerard sin conseguir reprimir un atisbo de decepción en su voz —la pistola es tuya.
—Ha sido corto, pero intenso —responde el noble de la familia Ulanti con una mueca de satisfacción —. Si quieres podemos doblar la apuesta, y hasta es posible que recuperes el arma. ¿Hay alguna de mis pertenencias que te interese en especial?
—No sé…, ahora mismo me coges desprevenido —se ríe cauto su consuegro.
El conde Takara se palpa el interior de sus ropajes negros, compuestos por un “Hakama” (un pantalón largo con pliegues) y el “kataginu” (un chaleco con hombreras ostentosas). La familia Ulanti, es una de las más antiguas de Necromunda, y su exótica indumentaria forma parte de la cultura de sus antepasados.
¿Qué te parece esto? —Takara le muestra un puñal láser envainado, con unos grabados rojos muy delicados. La vaina es muy fina y de color blanco mate.
—Parece una obra de artesanía —responde Gerard mientras la desenvaina, y la estudia desde la empuñadura, hasta la punta de la hoja.
—¿Parece? —pregunta Takara sin atisbo de humor en sus palabras— Pertenece a mi estirpe, y proviene de Terra.
A Gerard se le esfuma el semblante alegre, y el rubor invade su rostro
—No quería… empieza a balbucear.
—No te preocupes…, no te voy a tener en cuenta esa osadía. Aunque es cierto que mi familia ha matado por menos que eso —le advierte con una sonrisa modesta, acompañada de una mirada glacial— ¿Aceptas?, sería un deshonor no hacerlo.
El conde Takara le arrebata el puñal bruscamente.
—Cla-claro.
—Por supuesto que aceptas Gerard…, vamos a ser familia. ¿Qué golosina me vas a ofrecer esta vez?
Gerard, en su acomodada vida, nunca se ha visto acorralado ante semejante encrucijada. No tiene ni idea de cuánto puede valer esa supuesta reliquia familiar, y no tiene intención de volver a meter la pata.
Hasta ahora, las relaciones con la familia Ulanti, habían sido correctas. No acaba de entender, esta repentina agresividad por parte del conde Takara. Aunque alguno de sus amigos, ya le había advertido que fuese precavido con las grandes familias.
—No quiero ofenderte… —responde el consuegro, intentando salvar la situación —, elige tú algo que creas, que esté a la altura de tu legado familiar.
—Mmm…, el valor sentimental de este puñal, para mí no tiene precio, pero me parece que tengo una idea. ¿Amor, puedes acercarte un momento? —la condesa se gira —. A nuestro consuegro, Gerard, le ha encantado la alfombra del palco, y también mi puñal heredado. Es posible que lo pierda todo en una apuesta —. El conde se ríe —, sé que esta alfombra es una de tus preferidas, y es normal, me costó mucho traerla a Necromunda.
Ahmya, la mujer del conde Takara, sonríe sibilinamente.
—¿Y qué te ha ofrecido nuestro querido Gerard?
—De momento, he ganado una hermosa pistola que perteneció a las guerras de Sabbat. Esa Reliquia tiene algo de historia. Pero he doblado la apuesta. Ahora te toca a ti elegir amor mío.
La mirada de Ahmya se posa en el colgante de su consuegra Marlene, a la vez que le dedica una mirada depredadora.
—¿Quieres participar querida? Yo creo que esas bonitas joyas que portas están a la altura de nuestras ofrendas ¿No crees?
La madre de Denissa, lejos de querer apostar su colgante, mira confundida a su marido buscando su ayuda. Pero lo único que encuentra en su mirada derrotada es total impotencia.
—A mí no me gusta jugar…—empieza Marlene, intentando desmarcarse de la situación para conservar sus joyas.
—A mi tampoco querida —contesta sarcásticamente la condesa— y una de mis alfombras preferidas ya está en juego.
La condesa se pone al lado del conde Takara, con los brazos cruzados, y mira desafiante a sus consuegros.
—Ca-cariño, no te preocupes, solo es un juego, y si la condesa Ulanti considera que tus joyas están a la altura, que así sea.
El ambiente dentro del palco es tan denso, que empieza a incomodar. Denissa, que ha estado atenta a la conversación de sus mayores. Se siente desprotegida cuando descubre que la aristocrática posición de sus padres, no vale nada ante una de las grandes familias de Necromunda. Busca la ayuda de Ryo, pero este está absorto con sus prismáticos.
—¡Están anunciando el segundo combate!—exclama Ryo entusiasmado.
En la arena, los restos del cuerpo del gladiador caído, son retirados por un servidor lobotomizado, mientras el comentarista reanuda su cháchara.
—¡Para nuestro siguiente combate, un noble representante de la Casa Catallus peleará en la roja arena del cluster palatino!. ¡Demos todos un generoso aplauso a Gacy!.
—¿Y bien? —pregunta Takara— el combate va a empezar, y todavía hay que elegir combatientes.
Todas las miradas se clavan en Marlene, y sus joyas. La madre de Denissa, desabrocha el cierre, y las entrega a su marido con cara triste.
—¡Perfecto! —Se alegra el conde Takara— La cosa se pone interesante, veamos quien es el contrincante de ese noble Catallus.
La casa Catallus, también apodada la casa de las máscaras, es otra de las grandes familias de Necromunda. Su dinastía tiene un largo pasado muy turbulento. Sus miembros, suelen ocultar sus rostros con una máscara más o menos ornamentada, según su estatus y linaje.
Las puertas del coliseo se abren, y el miembro de la casa Catallus llamado Gacy, hace su aparición en la arena. El gladiador entra pausadamente, mirando al frente, y haciendo caso omiso al público. Su máscara es bufonesca con cornamenta, de color blanco, y con una sonrisa torcida hacia bajo. A su paso, le acompaña el ruido de unos pequeños cascabeles que cuelgan de cada uno de los tres cuernos de la careta. Su traje es muy colorido, algo habitual en los ropajes de la nobleza Catallus. También dispone de una placa dorada en el pecho, a modo de ligera armadura. Y cada una de sus manos, sostienen una espada sierra adornada con relieves de extraños grabados. Cuando llega al centro del coliseo, cruza sus espadas a la altura del pecho, y hace una reverencia al reservado imperial. El público estalla en aplausos.
—¡Hoy tenemos una sorpresa inesperada para este combate! —grita el comentarista en alto gótico y con tono de misterio.
Sus palabras consiguen que broten los murmullos entre los espectadores.
—¡Se trata de un hereje de la humanidad, que ha atentado contra el imperio, un prisionero de guerra condenado a muerte!
La puerta opuesta se abre, y entra un musculado piel verde ante los ojos atónitos de los asistentes. El Orko mira hacia el público asqueado y ruge. No hay ningún atisbo de terror en sus ojos rojos. Esta raza alienígena, está enemistada con el imperio de la humanidad desde hace milenios, y es extremadamente pendenciera. Las dos facciones enemigas han luchado entre ellas a lo largo de la galaxia, avivando el odio entre ambas razas. El xeno sabe que va a morir, gane o pierda. Y no hay mejor manera de presentarse ante sus dioses, Gorko y Morko, que muriendo honorablemente en un pozo de lucha.
El piel verde no pierde tiempo, y corre en embestida hacia el noble Catallus, enarbolando una imponente hacha a dos manos. El público pletórico se levanta de sus gradas y aúlla. Hasta el gobernador Gerontius Helmawr alza una ceja curiosa.
—Supongo que me toca a mí escoger un púgil —se regocija frotando las manos.
El conde Takara apuesta por el noble Catallus, apodado Gacy. Se decanta por él sabiendo que es imposible que pierda. El combate está sentenciado desde el principio. Ningún organizador de combates, podría permitir, que un asqueroso Xeno dejase en evidencia a su patrocinador, y por esto han puesto un sedante en la comida del Orko. El futuro consuegro Gerard acepta la apuesta sin remilgos. Ya no disfruta del espectáculo, y solo espera que el combate acabe pronto para retirarse y salir de ese maldito palco. Se siente como un indefenso ratón en un nido de serpientes, y ya no hay marcha atrás.
En la arena, el noble Catallus espera paciente a que el orko se acerque. Gacy activa las espadas sierras, y con un silencioso zumbido, los dientes de las espadas sierra empiezan a girar, hasta que se vuelven invisibles por la velocidad. El Orko se dispone a embestir con una estocada a dos manos. El noble corre hacia él, y se desliza derrapando por la arena, colándose entre sus dos piernas patizambas. Cuando está a sus espaldas, el noble se gira, y ágilmente, le propina un tajo transversal en la espalda. La sangre verde del Orko pinta su espada sierra, y el xeno se gira rápidamente lanzando un tajo al aire.
Gacy podría haberlo matado si hubiese querido, pero sabe que su fama se nutre a base de ofrecer un buen espectáculo. El alienígena ruge, y lanza otro hachazo que pilla desprevenido al noble de la casa Catallus, pero consigue cruzar ambas espadas para bloquear el golpe. Parece que el piel verde ofrece resistencia al sedante. Gacy aguanta la fuerza del monstruo durante unos segundos eternos, pero rápidamente desplaza su torso lateralmente, y dirige la estocada al lado contrario. El noble lanza un espadazo relámpago que cercena el antebrazo del xeno, y también le arranca un alarido de dolor.
El brazo caído chorrea sangre verde a borbotones que contrasta con la arena roja del coliseo. Los ojos rojos endiablados del Orko lo maldicen en un extraño idioma, pero todavía conserva el brazo que sostiene su hacha. Cualquier ser humano ya estaría desangrado, pero esta raza alienígena parece que ha nacido para sobrevivir a las heridas de guerra.
El orko vuelve a la carga, y cuando el noble alza su espada para atacar, el xeno le propina un puntapié en el pecho. Parte del impacto, es absorbido por la placa que lleva Gacy en el torso, pero el golpe lo derriba. El orko, con el brazo sano, intenta rematar al humano que está en la arena, pero este se gira ágilmente hacia un lado, evitando el hachazo, y contraataca lanzando una estocada al cuello. Los dientes de la espada sierra muerden su yugular, y el gigante suelta el hacha llevándose la mano al cuello.
Hilos de sangre verde se derraman entre sus dedos, y algunos chorros brotan con espasmos desde su cuello. El orko está más muerto que vivo, pero todavía se mantiene en pie, y se tambalea como un borracho. Gacy arroja una de sus espadas al suelo, clavándola en la arena, y coge carrerilla en dirección hacia su enemigo. Salta, y empuñando el arma con ambas manos, remata al alienígena hundiendo la espada en su cráneo. Los dientes de la espada sierra, trituran el hueso hasta llegar al cerebro. El mastodonte bizquea, y cae de bruces con la espada todavía incrustada en su frente.
Gacy se acerca al muerto, apoya su bota en la cabeza, y desincrusta su arma. El ganador recoge su otra espada y vuelve a cruzarlas, haciendo una reverencia al palco imperial primero, y luego al público.
Los espectadores se levantan y vitorean al noble de la casa Catallus. Su imagen es siniestra, con los ropajes coloridos y manchados de sangre verde. La máscara de Gacy salpicada de muerte, repasa al público con su mueca burlona, hasta que sus ojos se detienen en el palco de la familia Ulanti. Cuando su mirada se cruza con la de Ryo, inclina la cabeza hacia un lado. El joven Ulanti, baja sus prismáticos. Le da la sensación de que lo está observando.
—¡Hemos presenciado un combate estupendo! —celebra el conde Takara— ¿Has disfrutado Gerard?…, claro que lo has hecho.
—Si… Si…, ha sido increíble —contesta cabizbajo su consuegro.
Gerard mira nervioso a su hija, Denissa, y a su mujer Marlene.
—Con tu permiso nos vamos a retirar, estamos cansados, y mañana tenemos mucho trabajo.
—¿Retirarte…, ahora que empieza lo mejor? No querido Gerard, todavía quedan muchos combates y apuestas por hacer. Poneros cómodos, estamos en familia. Además, mientras disfrutamos del espectáculo, podemos discutir los detalles de la boda. Hoy elegiremos una fecha para el gran día…
Gerard y su mujer se miran temerosos, se sienten como presas atrapadas en una tela de araña.
La tarde, transcurre con varios combates más en el inmenso gladiatorum de la colmena Primus. Estrambóticos gladiadores de pozo, con sus extremidades amputadas y sustituidas con mortíferas armas, pelean para entretenimiento del público. En una ocasión, durante una de las peleas, sueltan dos descomunales gatos Phyrr y electrifican el perímetro colindante. El público se muere de risa, cuando varios luchadores huyen de los felinos y acaban electrocutados en los paneles eléctricos. Llegado el momento, y con la arena manchada de sangre, el speaker anuncia el final del espectáculo, y los ciudadanos empiezan a abandonar las gradas.
Al final Denissa y su familia se retiran con una forzada despedida. Gerard ha perdido gran parte de su querida colección privada, y las joyas de su señora. Le han sido arrebatados objetos muy valiosos, de los que se sentía orgulloso, y no podrá recuperar nunca. La condesa Ulanti los acompaña a la salida. Cuando el conde se queda a solas con su hijo, Ryo le pregunta a su padre.
—¿Qué ha pasado aquí? —Su padre lo mira con un paciente afecto.
—Hasta hoy, nuestra futura familia no sabía cuál era su posición en esta unión de conveniencia. Ahora lo saben. Lo que has visto en su mirada quebrada, es la sumisión a la familia Ulanti.
—Yo pensé que erais amigos…
—¿Amigos?, no hijo…, ese bastardo de Gerard, y su puta enjoyada, no me dicen nada. Elegí una de las familias más ricas y prósperas de Necromunda para expandir nuestro poder. Ellos también se van a beneficiar de su nueva posición, pero no como creían.
>>Las grandes familias, absorbemos a las nuevas dinastías que están creciendo, de una u otra manera. Así evitamos que se enriquezcan en exceso, para que en el futuro, no puedan competir con nuestro poder. Es una cuestión de supervivencia. No podemos permitirnos que las casas jóvenes crezcan, como ocurrió con los Ty —. Takara hace una pausa para encender una larga pipa condimentada con un opiáceo.
>>Cuando me presentaron a Gerard en una fiesta, él empezó a alardear sobre sus negocios con los planetas agrícolas. Yo llevaba un tiempo socializando con los nuevos ricos emergentes de Necromunda, buscando una alianza fructífera para tí. Y Gerard apareció por arte de magia. En seguida me di cuenta que era la persona indicada. Él me habló sobre los contratos que había conseguido en el segmentum solar, también acerca de su facturación, y presumió sobre los altos márgenes de beneficio.
>>Evidentemente, las riquezas de su familia no rivalizan con la nuestra, pero su patrimonio es fácilmente escalable gracias a nuestros recursos e influencias. Entonces me dijo que tenía una hija de tu edad, y durante un tiempo seguimos confraternizando. Gerard pensaba que vuestra unión haría crecer considerablemente las riquezas de su familia.
El conde Takara inhala una bocanada de la pipa, y expulsa un humo de color violeta. Ryo lo escucha atentamente, como un alumno que está recibiendo las respuestas de un difícil examen.
—Yo ya estaba harto de aguantar su maldita fanfarronería, y ya se me ha acabado la paciencia. Hoy les he dejado claro con quién están tratando. Pueden sentirse agradecidos de que les permita mirarme a los ojos, y ese bastardo de Gerard, últimamente, se estaba cogiendo demasiadas confianzas.
—¿Y por qué no has esperado a que ya estuviéramos casados, no crees que después de lo de hoy, ellos anularán la boda? —pregunta Ryo interesado.
—No hijo. Gerard no sospecha hasta qué punto podemos exprimir su riqueza, y es demasiado avaricioso. Para cuando se dé cuenta, los contratos ya estarán firmados, y será demasiado tarde para recular. Sabe, sobradamente, que no es nada fácil que un noble de las grandes familias lo elija para mezclarse con su linaje. Ahora llegarán a su casa y discutirán por las pérdidas en las apuestas de hoy, pero acabarán decidiendo que no van a arriesgar la posibilidad de perder su oportunidad de emparentarse con nosotros.
>>Su hija Denissa, está convencida que te manejará como una marioneta. Ella percibe en ti una debilidad que cree que puede domar, y hoy por hoy, eso es cierto.
—¿Qué quieres decir? —pregunta Ryo ofendido.
—Eres muy blando hijo mío, el más blando de tus hermanos. Pero eso va a cambiar. No eres excesivamente ambicioso, hasta diría que tienes buen corazón. Y esos atributos no son nada buenos para la supervivencia de nuestra familia.
>>Tus hermanos y tus primos están ocupando grandes cargos, diseminados en varias colmenas de Necromunda, y tú harás lo mismo. Yo fuí el responsable de conseguir grandes alianzas para mi descendencia, buscando las familias más acaudaladas y prósperas. A día de hoy, mis otros hijos han triplicado su economía, y tú harás lo mismo con Denissa. Pero tienes que cambiar tu actitud, y al igual que tus hermanos, tendrás que demostrar a la familia Ulanti, que eres merecedor de ocupar el cargo y representarla.
—¿El juramento?
—Sí, el juramento para ganarte tu posición. Hasta ahora, he dejado que disfrutes de los placeres de la vida. Has tenido libertad para corretear con motos caras, acostarte con bellas mujeres, cazar en Juggerata, probar drogas prohibidas y viajar de vacaciones a planetas recreativos. Y sorprendentemente no te has vuelto arrogante, caprichoso o malvado. También has sido entrenado en el arte de la guerra desde pequeño, y cultivado con los mejores profesores que he podido pagar. Es muy conveniente, que hayas saboreado el néctar que puede ofrecer la vida a unos pocos privilegiados, porque solo conociéndolo, lucharás con tu vida para preservarlo.
—¿Todos mis hermanos hicieron el juramento?
—Por supuesto, y los que no lo consiguieron, murieron intentándolo. El juramento es una tradición de las grandes familias necromundanas. Una de las pocas ocasiones en las que nos ayudamos y colaboramos conjuntamente. Todavía no conoces la ultraviolencia que sostiene el mundo en el que vives cómodamente. El Juramento cumple ese propósito, endurecerte para lidiar con la posición que vas a heredar.
>>Y para conocer cómo funcionan los engranajes de este planeta, tienes que bajar hasta lo más profundo de su decadencia. El juramento consiste en una peligrosa prueba: descender al submundo, y sobrevivir a unas misiones encomendadas por el conjunto de las familias. La prueba que tienes que superar, es un filtro para eliminar a los aspirantes débiles, pura selección natural. Solo los más fuertes pueden gobernar en las grandes familias. Si no sobrevives o no cumples las expectativas, no eres merecedor de ser un Ulanti, y la incompetencia se paga con la vida.
>>Eso le ocurrió a tu difunto hermano, durante el último descenso. Tu eras muy pequeño, y se te dijo que había muerto en un accidente. Murió de un tiro en la cabeza, en las profundidades de una sucia cloaca. —Ryo recuerda a su hermano con mucho cariño, tan solo ocho años mayor que él, y lo mucho que lloró su pérdida. Que su padre lo trate tan frívolamente, como a un débil desmerecedor del apellido Ulanti, le rompe el alma.
—Allí abajo te vas a enfrentar con las sucias milicias de las casas productoras. Os mediréis contra los pandilleros más peligrosos del submundo, y asesinarás a varios de sus componentes para demostrar tu valía.
Evidentemente, no estarás solo. Seréis un grupo de jóvenes nobles descendientes de las grandes familias, que al igual que tú, realizan sus votos. Tu primo Dimitri también estará contigo. Su padre y yo sobrevivimos a nuestro juramento juntos, por eso mantenemos una relación tan especial. ¿Ves este anillo feo y simple? —Ryo observa uno de los muchos anillos que porta su viejo en su mano tatuada —. Esta baratija perteneció al líder de una banda que destripé durante mi peregrinaje a las catacumbas. Un pequeño trofeo con más valor para mí, que el resto de sus caros hermanos.
>>Además —prosigue Takara— bajaréis a la subcolmena con un patriarca experimentado en el anárquico submundo. Un mentor que después de su primera incursión, ha degustado el sabor de la sangre, y considera la subcolmena como su coto de caza privado. Lo has conocido hoy en la arena.
—¡Gacy de la casa Catallus!
—El mismo. Gacy será vuestro líder mientras os guía, y os ayuda a cumplir vuestro juramento. Él se presentó voluntario para el cargo, aunque conociendo su trayectoria no me sorprende.
—¿Cuántos seremos?
—Para este peregrinaje hay cinco aspirantes, y solo conocerás a tus compañeros cuando estéis en el submundo. Ya está todo arreglado. El día acordado, bajarás al infierno de incógnito, a bordo de un pequeño transbordador. Nadie preguntará por el destino de tu nave. El lugar de aterrizaje está cerca de la base de la colmena Primus, y tiene un acceso secreto a la subcolmena.
>>Todos los implicados acudiréis a la hora exacta, en el lugar acordado. Allí os esperará Gacy, y os revelará vuestros objetivos. Solo podréis regresar a la cúspide cuando cada uno de vosotros haya cumplido sus votos. Vuestra misión será grabada y documentada como prueba de vuestro éxito o fracaso. —Ryo nota como un hormigueo celebra una fiesta en su estómago. Le cuesta creer que vaya a arriesgar su vida de esa manera. Pero sabe que tiene que aceptar esta prueba sin remilgos, al igual que todas las obligaciones que le han impuesto durante su estricta educación.
—Evidentemente, no vas a bajar desprotegido. Lo harás con un armamento apropiado y digno de tu posición. A lo que nos lleva a la segunda sorpresa que te prometí para esta noche. Volvamos a casa, allí te espera un regalo muy especial para tu próxima cacería, el arma definitiva que te convertirá en un auténtico depredador de la cúspide.
Parte 6
Cuando Lisbet y Axel entran en el laboratorio de Leander, lo encuentran patas arriba. Los monitores yacen destrozados por el suelo, junto con el caro material de investigación. Todas las luces que iluminan la estancia han sido quebradas, todas menos una, que intermitentemente arroja algo de luz sobre el caótico caos esparcido por el habitáculo. Unos reptiles han escapado de sus terrarios rotos, y corren desorientados a esconderse entre los cristales cuando los Van Saar abren la puerta.
En el fondo puede verse una figura sentada en una silla, vagamente iluminada, mirando cabizbajo hacia el suelo y con los hombros caídos.
—Leander…, hermano, ¿cómo te encuentras?
Es su hermana Lisbet la que pregunta, pero no obtiene respuesta. Su hermano Axel se acerca sorteando el destrozo, y apoya una mano sobre su hombro. Es evidente que Leander se ha desahogado destrozando el mobiliario.
— Hermano… Nos hemos enterado hoy. Cuando nos lo dijeron, venimos lo más rápido que pudimos. —Leander levanta su rostro, y observa a su familia con ojos ojerosos e irritados por las lágrimas. No dice nada, solo los contempla con mirada ausente.
—Tuvieron un accidente cuando volvían de la cúspide… —explica Axel—, por lo visto fue un fallo del conductor, y el vehículo se salió de la carretera. No hemos podido recuperar los cuerpos, el gremio de cadáveres se nos ha adelantado.
Cuando oye esto, Leander vuelve a bajar la cabeza y la apoya en su mano.
—No fue así…, no fue un despiste del conductor.
Leander habla en voz baja, mientras le muestra a sus hermanos una nota. Lisbet agarra el papel, y se da cuenta de que la nota está cifrada.
—¿Has conseguido descifrar este mensaje?
—Sí, es un sistema binario poco complejo. La nota dice: “El accidente de tu familia fue provocado por los mocosos, reúnete conmigo mañana por la tarde y te lo demostraré”. Me ha citado en “El Reposo”, es un tugurio en el centro de las cataratas de polvo.
—¿De dónde sacaste esa nota? —Quiere saber Axel.
—Me la entregó Direx, un joven Neotecto de nuestra banda. A él se la dio un rescatador de arcanotecnología Van Saar, que rondaba por las Cataratas. Por lo visto se le acercó un tipo desconocido, preguntó por mí y le entregó la nota. Le dijo que tenía información muy importante, que sería de mi interés.
—Esto no pinta nada bien, ese desconocido se ha tomado muchas molestias para encontrarte ¿y ni siquiera han puesto precio a esa revelación?
—No pide dinero, quiere otra cosa… pero me da igual, pienso llegar hasta el fondo de este asunto.
—¿Qué te ha pedido a cambio?
—Algo que solo yo puedo entregarle. Ahora mismo parto para allá.
Leander se levanta cansado, apoyándose en uno de los escritorios. Su hermano Axel le ayuda y lo abraza. Lisbet también se une en el pésame familiar. Los tres hermanos se mantienen juntos, y las lágrimas se deslizan por sus mejillas envejecidas, mientras recuerdan la sonrisa de su sobrino, y el optimismo de su hermano Arthur. Pero esta escena apenas dura unos segundos, y la familia se separa.
—¡Malditos hijos de puta! —maldice Lisbet gritando al aire— ¡Arthur y Kilian nunca habían hecho daño a nadie, no es justo!.
—¿Cómo sabe ese mensajero que fueron los mocosos? —se pregunta Axel, mientras aparta pensativo con su bota los cristales rotos del suelo—. Vamos en busca de ese confidente, a ver que tiene que decir. Pero preferiría que te quedases aquí Leander. Llevas demasiado tiempo recluido en tu laboratorio. ¿Seguro que quieres bajar a la subcolmena?
—Yo voy con vosotros, estoy dispuesto a todo por saber quienes fueron los culpables, y nadie me lo va a impedir, ni siquiera vosotros.
Sus hermanos se dan cuenta de que no hay forma posible de convencerlo. Leander, antes de refugiarse en sus trabajos de campo, y dedicarse de pleno a la bioingeniería, era un Prime consagrado, un lider de las milicias Van Saar. Pero cuando la Rade-Fage empezó a mermar sus órganos, aparcó las armas, y se retiró del trabajo sucio. Había decidido dejar las estúpidas guerras entre bandas para seguir cultivando su mente. Pero la muerte de su familia lo reclama de nuevo. Ahora ha decidido entregar su vida a vengar la desgracia de su familia, aun sabiendo con vergüenza, que no es una decisión muy sabia. Le incomoda admitir, que es una forma demasiado violenta de actuar. Sobre todo, para un miembro erudito de la casa Van Saar. Pero más le molesta, que esos bastardos malcriados se salgan con la suya. Odia con toda sus fuerzas a la nobleza necromundana.
Los Van Saar deciden acudir a la cita en Las Cataratas de Polvo. Aunque Axel y Lisbet podrían pedir refuerzos de los soldados de la casa, prefieren ir solos. No están seguros de que la Casa del Artificio apoye una vendetta personal contra los nobles de la cúspide. No sin antes hablarlo con el consejo. Pero el tiempo apremia, y no están dispuestos a permitir que la pista se diluya.
Horas más tarde, los tres hermanos se presentan en uno de los parajes más famoso y rocambolesco del submundo de la colmena Primus.
Cataratas de Polvo, es un asentamiento relativamente seguro, y establecido desde hace tiempo en las profundidades de la subcolmena. Este próspero lugar pertenece a la red negra del señor del crimen Balthazar Van Zep.
Muchos mercaderes y buscadores de fortuna lo visitan a diario. El poblado está amurallado, y fuertemente defendido por vigilantes asalariados y eficientemente armados. La vasta muralla que protege el perímetro, está construida con placas de metal recicladas, apiladas y soldadas. Pueden verse varios remaches en toda la estructura aquí y allá. Desde lejos, se ve y se huele el humo de la cocina callejera.
Los comerciantes ilegales tienen mucha presencia en los amplios mercados de Cataratas, y por los establecimientos de sus numerosos callejones. También hay algunos tecnobazares regentados por miembros de la casa Van Saar que están muy concurridos. En estos comercios se puede comprar o vender arcanotecnología perdida, ya sea rescatada o robada.
Lisbet, Leander y Axel, se encuentran delante de una alta entrada flanqueada por dos vigilantes: un gigante pseudohumano Ogryn, y un individuo demacrado con una gorra del imperio. Ambos van armados con escopetas y pistolas enfundadas.
—Hola muchachotes —el que los saluda en gótico bajo, es el matón de la gorra —, bienvenidos a Cataratas de Polvo. Las normas son bien sencillas: Hay que pagar una tasa por entrar, y no está permitido desenfundar las armas.
El vigilante enciende una varilla de Iho, e inhala el humo del narcótico. —¿Veis a esos tipos apostados en lo alto de la muralla? —advierte señalando hacia arriba— pues ellos se encargan de que en este lugar reine la paz, por favor no les hagáis enfadar, no queremos problemas. Aquí se viene a descansar, a comprar o a vender. Fuera de estos muros podéis hacer lo que queráis.
—No buscamos problemas —dice Axel, entregando los créditos al vigilante, mientras su compañero, el ogrete, los observa curioso hurgándose la nariz.
Los hermanos Van Saar, ocultan sus icónicos trajes bajo un abrigo largo con capucha. Es una forma de pasar un poco desapercibidos. Este simple camuflaje solo hace su función desde lejos, cualquiera que los observe de cerca, se dará cuenta de que pertenecen a la casa Van Saar. Los síntomas de la Rad-Fage los delata, y puede leerse la enfermedad en sus rostros prematuramente envejecidos. Los necromundanos saben que los ancianos no tienen esos ágiles movimientos, ni purgadores neuronales. Los purgadores, son unos dispositivos parecidos a una columna vertebral adheridos a su cabeza. Los utilizan para proteger su mente de la Rad- Fage.
Cataratas de Polvo, está frecuentada por una fauna muy variada de personajes. Es muy común encontrarse con otros miembros de las diferentes casas productoras, además de la abundante escoria y parias de la subcolmena. La tasa que hay que pagar en la entrada, sirve para filtrar a los ladrones de poca monta, y otros pobres maleantes. Aunque los vigilantes también se reservan el derecho de admisión.
Unos pandilleros Cawdors que andan rastreando baratijas imperiales, se quedan mirando fijamente a un carroñero mutante con tres brazos. El engendro les saca una larga lengua bífida provocadora. Pero los creyentes encapuchados, se tienen que contener y seguir su camino, porque en Cataratas de Polvo, todo el mundo con los bolsillos llenos de créditos es bienvenido.
En la mesa exterior de una taberna, dos no-nacidos de la casa Goliath, disputan un pulso, sobre una mesa llena de créditos y botellas de licor vacías. Sus rostros tatuados con los símbolos de su clan, están marcados de venas hinchadas por el esfuerzo. El público los anima, y uno de ellos acaba doblando el antebrazo de su contrario, derribando el montón de botellas.
Refugiados, forajidos, cazarrecompensas, sicarios, sectarios, pieles rata o caza tesoros, son la clientela predilecta de este oasis. Cataratas de Polvo es un lugar de riquezas ocultas, en medio de las fábricas abandonadas y cúpulas derruidas del submundo. La gran mayoría de bastardos, están de paso, buscando un sitio donde descansar, o a la caza de algún artefacto raro en los tecno bazares. Otros individuos simplemente vienen a gastar sus créditos en los burdeles, para emborracharse o enriquecer a los proxenetas. Las mafias ofrecen los servicios de sus esclavos y esclavas sexuales, a todos aquellos y aquellas que puedan permitírselo.
Los agentes palatinos entran muy de vez en cuando, únicamente para husmear y colgar algunos carteles de la calaña más buscada. Pero estos papeles anunciando el “se busca”, son arrancados de las paredes en cuanto los perros de Helmawr salen por donde han entrado.
Los propietarios que tienen negocios en Cataratas de Polvo, no están dispuestos a ahuyentar a su clientela. Aun así, la casa imperial ha decidido levantar una comisaría fortaleza para vigilar de cerca la puerta del asentamiento. Como consecuencia, Balthazar ha conseguido pactar “algunos acuerdos” con los ejecutores palatinos más corruptos del sector.
Axel va por delante del grupo, con pasos firmes y un semblante orgulloso. Es el más joven de los tres hermanos. Y para ser un Van Saar, todavía conserva una tez sin apenas arrugas, ni signos de envejecimiento prematuro.
Los tres hermanos se adentran en un sucio callejón con varios comercios. El estrecho lugar está iluminado por varios letreros de neón, e infinidad de cableado chisporroteante por sus paredes. Pasan por un local con la puerta del almacén abierta. En su interior se ve un hombre sentado en una camilla con el torso desnudo y sudoroso. Un matasanos, con el delantal lleno de sangre y mugre, le está colocando una prótesis cibernética en sustitución del brazo derecho. El paciente los mira con ojos rojos, mezcla del dolor, y del colocón que le ha producido la botella medio vacía que sostiene de Wild Snake.
Hay varios puestos de comida callejera aquí y allá. Se pueden ver ratas asadas y empaladas, hongos comestibles y una gran variedad de insectos en bolsas de plástico. También hay varias raciones de comida sintética con el precio escrito a pulso.
En otro local de más adelante, un tatuador está dibujando una calavera con cuernos en el muslo de una amazona. Cuando pasan los Van Saar y cruzan miradas con la chica, la rapada Escher con una gran cresta amarilla, les enseña con sorna sus dientes de acero afilados.
Un poco más adelante, un mercader de mascotas, tiene un pequeño puesto con infinidad de jaulas. Varios animales mutantes o alienígenas, asoman sus garras y tentáculos por los barrotes. Se venden como animales de compañía o comida.
El siguiente local es un fumadero de cristal rojo que desprende un fuerte olor a la droga. Y en el amplio habitáculo de al lado, puede leerse en el cartel de su fachada: El Reposo.
—Hemos llegado…, menudo antro —dice Lisbet, mirando el letrero cochambroso.
Leander abre la puerta del tugurio hacia adentro, y por unos breves instantes, todas las miradas se clavan en él. En su interior hay más de veinte mesas con sus respectivos comensales. El ambiente está viciado por el humo, por la falta de ventilación y la carencia de ventanas. Unos destartalados ventiladores instalados en el techo, mueven sus aspas perezosamente.
El mobiliario reciclado está envejecido y desgastado. La posada tiene algunas habitaciones, que se alquilan por horas en la segunda planta. También hay algunos curiosos que miran desde la terraza de arriba.
La mesa, más cercana a la puerta de entrada, está ocupada por un grupo de cazarrecompensas. Encima de la mesa hay varias armas enfundadas y sumas de dinero que están en juego. Uno de los jugadores que sostiene una mano de cartas, escupe al suelo cuando los Van Saar pasan por su lado. Su compañero de juego, lo mira y niega con la cabeza. Los Integrantes de la casa del artificio, no se sienten intimidados en absoluto, están acostumbrados al desprecio que se alza ante ellos. A fin de cuentas, ¿qué hace la casa productora más rica de necromunda en un lodazal como ese?
Leander repasa con afilada mirada cada una de las mesas del antro. En una de ellas, descansa una figura calva que les hace una señal con la mano.
—Delaque —dice Lisbet en voz baja y con desprecio.
—¿Quién si no? —comenta Axel— por lo menos tenemos la seguridad de que lo que nos tiene que decir no es una habladuría. Estas víboras traficantes de información, hacen bien su trabajo.
El mensajero Delaque, viste una larga gabardina de cuero negro. La cabeza, sin pelo, tiene un color macilento, casi enfermizo. Sus débiles ojos sensibles a la luz, se ocultan tras unas lentes protectoras que los observan pacientemente.
Los militantes de las diversas casas productoras de Necromunda, no se suelen mezclar, por lo menos fuera del campo de batalla. Para este cometido existe el gremio de comerciantes, que hace de intermediario entre las distintas casas. Pero de vez en cuando, surgen algunas curiosas excepciones como esta.
—Podéis sentaros Van Saar. —el agente Delaque arrastra las sílabas de su gótico bajo cuando habla. Los tres hermanos retiran las sillas y toman asiento frente a él, mientras el pálido mensajero agarra un sucio vaso de agua reciclada y le pega un trago.
—¿Cómo sabemos que esa información es cierta? —pregunta Axel.
El mensajero de la casa de las sombras, mete la mano en uno de sus bolsillos y saca un sobre de plástico.
—Aquí tenéis la prueba. Esta placa recoge las grabaciones del accidente en un túnel de la cúspide. Podéis estudiarla y sacar vuestras conclusiones. Pero os voy a resumir la historia. Hay varios nobles retoños involucrados en el accidente de vuestra familia. Por suerte, para vosotros, dos de ellos visitarán en breve la subcolmena para realizar sus juramentos. En la caja también hay una nota con una fecha y unas coordenadas. —El Delaque hace una pausa, y apura el vaso de agua —. Las coordenadas os llevarán al objetivo que han elegido los depredadores para cumplir sus votos, la fecha es el día que bajaran los mocosos.
Las numerosas venas en la cabeza del Delaque, palpitan mientras habla.
—¿Cómo sabremos cuáles de ellos son los responsables? —pregunta Lisbet.
—No lo sabréis, los chicos ocultan sus rostros bajo las armaduras que suelen llevar durante sus cacerías. Una opción es interrogarlos… O matarlos a todos. Aunque yo no dejaría testigos que os puedan reconocer.
—Como si fuese algo fácil, estos depredadores van muy bien armados —le reprocha Axel.
—Ese es vuestro problema…, yo he cumplido con mi palabra. Sabéis el cuándo y el dónde…, ahora os falta averiguar quienes son. ¿Traéis lo acordado?
Lisbet y Axel miran extrañados a Leander, mientras este busca algo en el interior de su abrigo.
—Aquí lo tienes Delaque.
Leander le ofrece una pequeña caja. En su interior están los apuntes detallados sobre su último trabajo de bioingeniería. También algunos huevos del espécimen con el que ha estado trabajando durante los últimos años.
—Muy bien, mi visita aquí ha terminado. Os deseo una venganza satisfactoria.
El informador se levanta y se marcha. Un tabernero, con una prótesis biónica, se aparta cuando se cruza con el Delaque.
—Que bien que se larga —dice en voz baja— esos calvos me dan escalofríos, ¿Qué van a tomar los señores?
—Una botella de lo mejor que tengas —Ordena Lisbet, mientras apoya sus codos en la mesa, y se masajea las sienes —. ¿Qué había en esa caja Leander?
—Ya no importa Lisbet, pero mi último trabajo ya no será exclusivo de la casa Van Saar.
Leander observa pensativo la cinta que contiene las grabaciones.
—Me pregunto si hay algo más detrás de esta cortina de humo. Estamos hablando de la nobleza —comenta Axel mientras sirve unos tragos, no sin antes limpiar los vasos.
—Con los Delaque de por medio, seguro que hay algo más, eso tenlo por seguro. Es mejor que nos marchemos cuanto antes, nuestro trabajo aquí ha terminado.
Más adelante, cuando los hermanos llegan a su territorio, descubren algunas sorpresas inesperadas en la grabación. Reconocen una de las motos involucradas en el accidente. Sin duda alguna, el modelo amarillo es de fabricación Van Saar. No les costará mucho rastrear al comprador, y posiblemente al resto de motoristas si siguen tirando del hilo.
También saben el objetivo que han elegido los depredadores, y exactamente dónde y cuándo bajarán de cacería a la subcolmena. Leander inundado por la ira, arruga la nariz mientras repasa una y otra vez las imágenes del accidente. Su odio por los nobles, arde cada vez que visualiza a su hermano atravesar la luna del vehículo. Pero lo que los mocosos no se imaginan, es que los cazadores se convertirán en presa, y ese día ninguno de ellos cumplirá sus votos, ni regresará a la cúspide…
Fin del capítulo 2
Epílogo
El olvidado sector sesenta y seis de la subcolmena, en un antiguo complejo de cúpulas milenarias y destruidas. Está cerca del disipador de calor que recorre la colmena primus, desde la cúspide, hasta la corteza terrestre del planeta.
Habitado por un asentamiento Goliath, es un lugar demasiado tóxico donde nadie puede trabajar sin respiradores. Nadie, excepto la raza creada artificialmente en cubas de líquido amniótico, para soportar cualquier tipo de condiciones. La casa Goliath dirige varias fundiciones en ese inhóspito paraje. Sus trabajadores son inmensas masas de músculos, capaces de empujar carros de plomo fundido. En ese ambiente hostil de altas temperaturas, los Goliath se sienten como en casa.
Un pandillero de dos metros y medio, está haciendo la guardia en lo alto de una pasarela de metal. Treinta metros más arriba, encaramado en una grúa, una silueta humanoide estudia el recorrido del centinela.
La armadura del cazador analiza los porcentajes de éxito del inminente ataque. Con un zumbido inaudible, activa sus alas retráctiles. El depredador Yeld se deja caer, y planea silenciosamente en dirección al vigilante. Sus alas cortantes atraviesan el abdomen del Goliath, cuando el depredador aterriza cerca de él. El torso superior del pandillero se desprende diagonalmente, y cae a una piscina de metal fundido. Ryo observa fascinado el torso inferior de su víctima, tumbado en el suelo, con el aparato digestivo desparramado.
El color rojo de la fundición, se refleja en la armadura alienígena mientras el depredador contacta por un micrófono integrado de su casco.
—Paso libre —informa el noble de la casa Ulanti por el comunicador.
—Cinco depredadores reciben el mensaje, y el patriarca da la orden para que se inicie la cacería…
Deja una respuesta